A traición. Inesperadamente. La muerte de Bill Paxton ha dado una importancia a la serie Training day que no se merece. Mientras tomaba notas sobre los primeros episodios, el nombre de Paxton llevaba varios subrayados y una frase que hunde en la miseria mi futuro como profeta: "La única razón para seguir viendo 'TD' es Paxton. Ojalá sirva este repentino protagonismo televisivo para que la gran pantalla le dé un papel a la altura de su talento en plena madurez". Ya no podrá ser y si vale la pena seguir viendo las entregas que faltan es rendir un minúsculo homenaje a un actor que pedía a gritos papeles de mayor entidad.

Training day (TNT) adapta la película del mismo título, un pequeño clásico del cine policiaco que aguanta bastante bien el paso del tiempo, sobre todo por el personaje lleno de badenes morales y emocionales que encarnaba Denzel Washington. La serie coge el hilo argumental: un policía de turbio pasado y métodos no siempre aceptables que parece primo hermano del Mel Gibson de Arma letal con sus curiosas ideas como negociador y expeditivos recursos para salir de los líos, y un novato, el soso Justin Cornwell, entre la espada y la pared con un padre asesinado y un misterio que resolver. Y lo somete todo a un proceso de simplificación que convierte la historia en un producto impersonal, mil veces visto y con nula capacidad para sorprender. Cómo será de previsible el asunto que incluso sale Joaquín de Almeida haciendo otra vez de malvado sarcástico.

"Destruir cosas es fácil, construirlas es difícil", se escucha en un diálogo. Cierto: por eso abundan las peripecias de acción rodada con el piloto automático puesto (otro tiroteo callejero en plan Heat no, por favor) y la construcción de personajes se queda en los cimientos, cuando no en el vaciado de terreno. Y es una pena porque hay secundarios interesantes (una madame de probada lucidez, una mujer letal que fue guardia amazona de Gadafi, nada menos...).

"Los monstruos son nuestra especialidad", se apunta en otro momento para explicar el trabajo de unos profesionales que pueden encontrarse con padres secuestradores o atractivas mujeres como Artemisa, una asesina profesional que es un hacha con la ballesta. La apelación a los monstruos es frecuente: "Soy un monstruo cuando tengo que serlo". Y otra para rememorar una tragedia en Afganistán con trauma incluido: "Todos tenemos un monstruo dentro". Claro que unos son monstruos a los que perseguir y otros es mejor tenerlos a tu lado en caso de conflicto. Paxton encarna a un hombre lleno de zonas minadas pero por el que algunas mujeres darían la vida, como esa agente a la que salvó del horror siendo una niña. "No somos compañeros, somos una destrucción mutua asegurada", define el novato su relación con ese veterano capaz de meterse en la boca del lobo con un rehén que lleva una granada de mentira en la boca, y soltar: "Chicos como yo no morimos en la cama".

Training day repasa el catálogo de mafias existentes en Estados Unidos y no falta ni la rusa ni la japonesa, ésta última representada cómo no por un villano al que hay que combatir con un buen bate americano mientras él empuña una espada de yakuza. En otro tiroteo suena la canción "Remember The Alamo", uno de los muchos guiños cinematográficos de una serie que no hay que tomarse en serio y que recordaremos solo por él. Por Bill Paxton.