Los muros de la iglesia de San Julián de los Prados, el popular Santullano, deberían estar cargados, revestidos con un mortero de cal y yeso, para proteger el edificio de la humedad. Una medida que, como coinciden los historiadores, restauradores y petrólogos, puede ayudar a la conservación de la argamasa de los muros y de las pinturas murales del interior.
"Enlucir los muros sería como ponerle una gabardina al edificio", explica el restaurador Jesús Puras, que defiende la carga de los muros como la mejor solución para proteger un edificio que, recuerda, sufre especialmente por la cercanía de la autopista, y que tiene el conjunto de pinturas murales más importante de toda Europa Occidental. "En Santullano va a ser necesario enlucir los muros, pero el problema acuciante es la autopista. Ahí es donde se debe actuar. Pero en general necesitamos una planificación sosegada y tranquila, porque vivimos en un estado continuo de alerta naranja y eso genera miedo colectivo a intervenir, no ayuda a la conservación del Prerrománico", dice la historiadora del Arte Pilar García Cuetos.
"En Santullano es absolutamente necesario enlucir los muros, pero es un tema impopular y que políticamente no interesa", sostiene Puras. Esta es una vertiente del problema que todos los expertos ponen de relieve: el rechazo, político y ciudadano, a una medida que alteraría de manera notable la imagen del edificio. Mas, advierten, esta imagen no es la que habrían tenido ni Santullano ni el resto de templos prerrománicos en origen. "Desde un punto de vista histórico-artístico, todos los edificios prerrománicos deberían estar enlucidos, porque todos lo estaban en origen, en su totalidad o en parte, para proteger los muros. Pero soy consciente de que se ha introducido en el inconsciente ese icono, el de los edificios con la piedra al aire. Nadie se imagina a Santa María del Naranco enlucido", reflexiona el historiador del Arte Lorenzo Arias.
Ni a Puras ni a Arias se les escapa que la medida puede resultar controvertida, como de hecho sucedió cuando se decidió, hace una década, revestir los muros de Santa Eulalia de Abamia durante una restauración. "El problema de Abamia es que la ejecución fue una auténtica chapuza. En otros edificios se ha aplicado y no ha habido problemas. Por eso, aunque defiendo que carguen los muros de Santullano, tengo miedo a la ejecución", explica Puras.
San Miguel de Liño
Aunque hay bastante consenso en que Santullano precisa de un enlucido, la posibilidad de extender esta medida a otros edificios de la época genera disensiones. A juicio de Puras, Santa María del Naranco o San Salvador de Valdediós no precisarían de un enlucido, mientras que en San Miguel de Liño habría que estudiarlo. Arias, por su parte, también limita la medida a aquellos inmuebles que lo precisen, aunque considera que Liño está saneado.
En cambio el petrólogo Luis Valdeón, de la asesoría geológica Gea, considera que la situación de San Miguel de Liño es más acuciante que la de Santullano: "Se localiza en una zona mucho más húmeda, está más expuesto, sobre todo en su parte norte. Y luego sus muros son más sensibles, con una mampostería pobre y mucho mortero. Y si se degrada el mortero, la humedad puede pasar al interior".
Lo que sí rechaza Valdeón es aplicar otras técnicas, como puede ser aplicar compuestos hidrofugantes incoloros: "Incluso para aplicar el enlucido se debe hacer de manera paulatina y viendo que no se altera el equilibrio de humedad del interior. Con las nuevas técnicas no tenemos garantía, porque puede producir cambios en el equilibrio y migrar a la superficie pintada".
