Existe una diferencia muy clara entre los acercamientos positivos, de valor y de deseo hacia una persona y aquellos que invaden los espacios personales y faltan al respeto. Algunas personas parece que no tienen muy clara esta cuestión y podemos ver en la calle, en los bares y en los vídeos de Youtube.

Vamos a dar unas claves para saber cuando estamos hablando de piropo y cuando estamos hablando de acoso. Un piropo solo es un piropo si se dice o se hace en una relación de igualdad y de equilibrio. Sin poderes ni jerarquías. Existe consentimiento por parte de todas las personas que participan en la situación: Yo te digo un piropo y tú activamente lo aceptas. Provoca sensaciones positivas tanto a quien lo dice o lo hace, como a quien lo recibe. Se establece una dinámica de comunicación bidireccional real en la que existe posibilidad de réplica: Si no estoy de acuerdo puedo decirlo y mis palabras serán escuchadas.

En una situación de acoso existe desequilibrio. Ni estamos en el mismo plano ni tenemos en el mismo poder y no podemos decidir de la misma manera cuando la interacción empieza y cuando termina. El acoso no provoca sensaciones positivas a todas las personas que están metidas dentro del juego. Es muy probable que a alguna de las partes le incomode enormemente e incluso sienta rabia, dolor o tristeza.

El disfrute no es bidireccional. La única persona que siente placer es la que comete el abuso o el acoso. No hay consentimiento. Nadie le pregunta a la persona que recibe el supuesto piropo si quiere recibirlo o no quiere recibirlo y en muchas ocasiones no se produce una dinámica de comunicación real y por supuesto no existe posibilidad de réplica. En el caso de que la persona acosada trate de replicar se le insulta, se rechaza su actuación o no se le escucha. El ejemplo más típico es cuando una mujer es tachada de loca, histérica, exagerada o feminazi tras responder contundentemente a palabras, gritos o ladridos. Caminar o exponernos en un sitio público no quiere decir que nuestro cuerpo deje de pertenecernos. En los juegos de seducción la violencia no es una estrategia.