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Así se edificó la modernidad en Asturias

La exposición del Bellas Artes sobre la edad dorada de la arquitectura asturiana entre 1950 y 1965 abre los ojos a una valiosa relectura del entorno urbano regional

La Delegación Provincial de Sindicatos, en Oviedo, de Federico Somolinos, 1954.

El Museo de Bellas Artes está viviendo un aperturismo encomiable, "il fait peau neuve" con el nuevo edificio. Así vimos entrar un vestido de Balenciaga para bailar con Luis Fernández, importantes colecciones de fotografía, escuchamos música entre sus cuadros y ahora entra la arquitectura, y no sola, acompañada de artes aplicadas con diseños, dibujos y muebles que vestían estos ambientes para crear espacios cosmopolitas. Queremos además empezar hablando de meta-arquitectura, porque Fernando Nanclares y Nieves Ruiz que firman este trabajo de recopilación y puesta en valor, son a su vez magníficos arquitectos que han comenzado esta cruzada desde una página de internet que se llenó de ejemplos hasta alcanzar un momento en el que el libro fue inevitable. Y ahora, cómo no, llega la exposición, la concreción de su proyecto: proyecto de proyectos. A su lado también de comisario, otro puntero: Manolo Lombardero, arquitecto, cineasta y profesor (le recordarán como director de "En brazos de la mujer madura").

Yendo a estos años cincuenta y sesenta, estos días se está hablando mucho de Buero Vallejo y del posibilismo, de si en tiempos de Franco un artista debía producir o más bien guardar su obra en un cajón para no favorecer al régimen. Un artista siempre debe crear. Pero si Don Antonio para conseguirlo bajó a la calle por una escalera y su historia, estos arquitectos subieron hacia el cielo a través de la matemática y la abstracción, para distanciarse del mundo, y crear, paradójicamente, sus barrios y calles a la vez. Hablamos de matemáticas, ya que además, estos entregados artistas, para poder llamarse arquitectos tenían que hacer primero dos años de Ciencias Exactas o Ingeniero y después empezar a dibujar estatuas ¡Y cómo las dibujaban?! ¡Qué acuarelas, carboncillos y sepias?! Tenían una formación ciclópea en todos los sentidos. Y no solo habilidad sino sensibilidad para apreciar el arte de los demás y así acompañan sus obras las de pintores y escultores, fondos del museo, que colaboraron en sus diseños.

Todos ellos eran Don Tal, Don Cual? ya que la sociedad tenía un respeto que, entre otras cosas, les permitía trabajar con dignidad. La mayoría rezando el rosario, con su propio ideario, dentro de su sociedad? No en vano la Iglesia fue un gran mecenas de la época y varias parroquias nuevas recogieron su talento. También las centrales eléctricas alcanzaron cotas, no de novela, de cine de James Bond, en sus acabados ásperos de hormigón por fuera, aunque tratados como papiroflexia, y de fino dibujo interior, obra total interna. (Se puede ver también una película documental, "La Presa", del director Jorge Rivero, que es el último documento grabado de Vaquero Turcios recordando los tiempos de la construcción de la de Salime.) Ya que hablamos de cine ¡Cómo estaban de llenos! en el centro de las ciudades y que plasticidad y diseño alcanzaron, aquí los vemos?También bares, salas de fiesta?

Es oportuno que nosotros, siendo anterior, traigamos aquí a bailar con estos años a Don José Ortega y Gasset y su universalidad, quien en su "Meditación del Marco" nos invita a ver la magia del recuadro. Al ver así, siendo motivo de grandeza en una sala de museo, obras que pueblan nuestra vida diaria, enmarcadas, obras que no vemos cabizbajos en la acera, que no nos paramos a valorar, nos invitan a una nueva lectura de nuestro entorno, a pensar mirando hacia arriba, mirando en el sentido de John Berger: pensando al ver para comprender.

Y ustedes dirán que la literatura relata, mientras que la arquitectura es silenciosa, callada, pero no es así. La arquitectura, ya lo decían los iluministas, siempre es parlante y expresa mucho más de una época de lo que se muestra a la vista.

El movimiento moderno, la arquitectura blanca, estaba manchada para el dictador por varios motivos: Le Corbusier, Mendelsohn y Gropius habían dado conferencias en la Residencia de Estudiantes y esto hacía que su mensaje tuviera a sus ojos una mácula roja. Además el pabellón de la República, que contenía el Guernica, en el exilio en Paris en 1937, de Sert y Lacasa, también era racionalista. El mismo Don Luis Moya, autor de la Laboral, escribía contra la máquina de habitar y sus techos planos? Lo clásico era la línea historicista que Pedro Muguruza Otaño aquellos años, el primer director general de Arquitectura de Franco, trató de imponer hasta que la falta de contemporaneidad no pudo más. Lo mismo en Italia y Alemania. Pero estos arquitectos que celebramos en esta exposición, ya posteriores, gracias a su situación, viajaron y consiguieron traer y meter en nuestro entorno obras que contemporizaban con Europa y América.

También hay que tener en cuenta que la periferia tiene sus ventajas, y a veces son menores las mordazas, por puro desconocimiento. El propio libro que da origen a la muestra relata cómo, algunos de ellos, presentaban un proyecto en el Ayuntamiento, más clásico, y luego se desataban en la obra construida con modernidad. Esa modernidad que nosotros seguimos disfrutando.

Tengo en la cabeza, retumbando, las risas sonoras de alguno de ellos que yo tanto apreciaba, con los que tuve la inmensa suerte de compartir amistad y mantel. Exquisitamente vestidos, presumidos a su edad, campechanos en lo humano y cercano, divinos en lo dibujado? quitándose importancia en la corta distancia. Y verlos aquí ahora, musealizados, me produce además de una inmensa alegría cierta desazón, pues muchos de ellos ya no están (casi ninguno a decir verdad). Pero me queda una ilusión pues ahora, más que nunca, gracias a esta exposición, con nosotros están para quedarse a través de sus obras en Bellas Artes.

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