Oviedo, Andrea G. TORRES

La energía dominó el concierto que la orquesta Hallé de Manchester y su director titular Mark Elder ofrecieron en el Auditorio de Oviedo. El debut de ambos no pudo resultar mejor.

Apostaron por incluir en su programa obras muy ambiciosas. La obertura de "Rob Roy" sirvió para presentar a la agrupación británica en Oviedo; lejos de ser una de las obras insignes de Berlioz, lleva el germen de lo que sería "Harold en Italia".

Destacó aquí el cambio en la disposición de la plantilla, con la sección de maderas adelantada, desplazando a los chelos.

Las variaciones "Enigma", de Edward Elgar, abogan por los contrastes y su interpretación se caracterizó precisamente por cumplirlas todas. Especialmente emotivo fue el principio de la IX, "Nimrod".

La segunda parte, focalizada exclusivamente en la figura de Richard Wagner, fue aún más brillante, y dio la oportunidad de mostrar todo su potencial a la sección de metales. El "Preludio y muerte de amor de Isolda", extraído del drama "Tristán e Isolda", es uno de los fragmentos orquestales más interpretados del compositor alemán, por lo que entraña riesgo. No obstante, la suite de "Los maestros cantores de Nuremberg" cerró este concierto de un modo espectacular que encantó a los asistentes.

Mark Elder fue un director comedido, que conoce a la perfección a la orquesta. La propina que interpretaron con exquisito gusto fue "Salut d´amour", también de Elgar.