"No podemos vivir los unos sin los otros y, sin embargo, cada vez más nos estamos replegando de forma agresiva hacia guetos nacionalistas, religiosos y culturales". Karen Armstrong, la teóloga británica que defiende la compasión y el entendimiento mutuo para acercar a las grandes religiones, hacía esta reflexión ayer, tras ser distinguida con el premio "Princesa de Asturias" de Ciencias Sociales. Un galardón que, según el acta del jurado, reconoce su condición de gran estudiosa de los fenómenos religiosos, la profundidad de sus análisis históricos y por la "difusión de un mensaje ético de compasión, paz y solidaridad". Una implicación que se refleja en iniciativas como la "Carta por la Compasión", que reclama un compromiso ético para cultivar la empatía entre las distintas culturas y "restaurar la compasión al centro de la moralidad y de la religión".

Según revelaron los propios miembros del jurado, la candidatura de Armstrong, que había sido propuesta por Pedro Miguel Echenique (Premio "Príncipe de Asturias" de Investigación Científica y Técnica en 1998), generó un amplio consenso ya desde los primeros debates. Nacida en el condado inglés de Worcestershire en 1944, Armstrong ingresó en un convento en 1962. Abandonaría los hábitos en 1969 y accedió al ámbito académico, dentro de la especialidad de Literatura Contemporánea. A partir de la década de 1980, Armstrong comenzó a profundizar en el estudio comparativo de los diferentes fenómenos religiosos, campo en el que ha alcanzado un prestigio internacional. En 2005 se incorporó como miembro del Grupo de Alto Nivel de la Alianza de Civilizaciones promovida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y en 2008, tras recibir el premio TED, que promociona "ideas dignas de difundirse", promovió la "Carta por la Compasión".

"Se habla mucho de ganar la batalla por los corazones y las mentes, pero no podremos hacerlo a menos que sepamos lo que realmente hay en ellos, a diferencia de lo que imaginamos que podría estar allí", asegura Armstrong, que ha dedicado buena parte de su obra, precisamente, a potenciar la empatía entre los fieles de las tres grandes religiones monoteístas: el Cristianismo, el Judaísmo y el Islam.

"Creo que esa mujer ha hecho un trabajo, y está haciendo un trabajo, muy importante para el conocimiento mutuo de las diversas creencias, y lo hace desde un punto de vista, y es lo más importante, no sólo religioso sino que ha superado la dimensión religiosa para hacerlo desde un punto de vista ético y de compromiso con la paz y la solidaridad. Ha entendido que para superar las diferencias entre las interpretaciones religiosas tenía que ponerse por encima de cada una y buscar el elemento universal: un ética común de compasión, paz y solidaridad", explica Sami Naïr, miembro del jurado.

"Es esencial que entendamos las aspiraciones religiosas, políticas e ideológicas y los temores de nuestros vecinos globales", subraya Armstrong, en un escrito de agradecimiento remitido a la Fundación "Princesa de Asturias", en la que valora el "grandísimo honor" que supone para ella recibir el galardón.

"Es una candidatura providencial, estos momentos, en la vida de Europa", sostiene la teóloga Isabel Gómez-Acebo, miembro del jurado, que reivindica la visión conciliadora de Karen Armstrong, en un momento en el que el sentimiento religioso ha resurgido, asociado en algunos lugares a manifestaciones violentas o luchas entre distintas facciones de un mismo credo. "Armstrong intenta poner de acuerdo a todos y de hecho le han dado un premio en una universidad en Israel y también los árabes están de acuerdo con ella. Y además participa activamente en empresas como la Alianza de Civilizaciones, y promueve la compasión", reflexiona Gómez-Acebo.