"Albert Einstein predijo la existencia de las ondas gravitacionales en 1916 y, tras años de desarrollar las técnicas, las observamos a partir de la fusión de dos agujeros negros cien años después. Ahora, tenemos la perspectiva emocionante de ver el universo de una manera totalmente nueva. ¿Quién sabe qué maravillas encontraremos?". Con este interrogante, con esta esperanza, agradeció ayer el físico Barry C. Barish la concesión del premio "Princesa de Asturias" de Investigación Científica y Técnica. Un galardón otorgado a Barish, Rainer Weiss, Kip S. Thorne y a la colaboración científica que permitió poner en funcionamiento el Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales (LIGO, en sus siglas en inglés) y detectar las ondas gravitacionales. Un esfuerzo global en el que colaboran, en la actualidad, 1.167 científicos vinculados a más de un centenar de instituciones de dieciocho países.

En esencia, Albert Einstein predijo en su Teoría General de la Relatividad que los cuerpos masivos acelerados producen perturbaciones gravitatorias del espacio-tiempo. En otras palabras: la explosión de una supernova, la colisión de dos cuerpos masivos (como estrellas de neutrones o agujeros negros) y otros fenómenos astronómicos producirán ondas gravitatorias que, en teoría, podrían ser captadas. Algo que Einstein no pudo demostrar pero que a finales de 2015, en el marco del proyecto LIGO, se pudo constatar en el momento en que se percibieron las ondas provocadas por la fusión de dos agujeros negros.

El "talento individual" y su combinación en la gran "obra colectiva" que ha sido la detección de las ondas gravitacionales ha sido específicamente reconocido por el jurado del premio de Investigación Científica y Técnica. "El proyecto LIGO supone un reto tecnológico de primera magnitud. La extraordinaria precisión alcanzada por sus instrumentos ha permitido observar colisiones de agujeros negros muy masivos que ocurrieron hace más de mil millones de años. La detección de ondas gravitacionales abre una nueva ventana para el estudio del universo, que permitirá descubrir nuevos fenómenos y alcanzar regiones del espacio-tiempo no accesibles con las técnicas actuales", precisa el acta del jurado. El premio había sido propuesto por Emilio Méndez Pérez, premio "Príncipe de Asturias" de Investigación Científica y Técnica en 1998.

El esfuerzo colectivo es clave para entender la relevancia del hallazgo. Kip S. Thorne, uno de los mayores expertos en la teoría general de la relatividad, investigó durante más de tres décadas los métodos para detectar las ondas gravitacionales, en colaboración con científicos como el fallecido Ronald Drever o Rainer Weiss, quien inventó la técnica interferométrica láser. A partir de sus investigaciones, y por iniciativa de Weiss y Thorne, se construyeron sendos observatorios LIGO en Livingston (Luisiana, EE UU) y Hanford (Washington, EE UU), en los que desarrolló un papel capital el también físico Barry C. Barish.

Con estos observatorios, los astrofísicos tenían por fin las herramientas para detectar las ondas gravitacionales teorizadas por Einstein, algo que se logró el 26 de diciembre de 2015, cuando se percibieron las ondas producidas por la colisión de dos agujeros negros.