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La buena mesa

Eleanor Coppola se ha tomado con calma estrenarse como directora de ficciones. Era normal tener esperanzadas en su debut, no porque sea la esposa de quien fue un gran director (la escuela en casa) sino porque en su documental sobre el rodaje infernal de Apocalypse now había mostrado talento para observar, captar y reflexionar con una mirada propia a la creación ajena. Por desgracia, nada de eso se encuentra en una peliculita tan agradable y nimia como París puede esperar, a la que le falta sal, hervor y, finalmente, chicha. Sorprende, para mal, que la cineasta ofrezca una visión tan simple y previsible de la aventura francesa que intenta recrear (no la ayuda mucho un Arnaud Viard que empalma tópico tras tópico), centrándose más en volcar su pasión por el buen comer que en profundizar en la psicología de sus personajes. Algo que comparte con su marido, dicho sea de paso. Se puede entender como una especie de ajuste de cuentas privado con su marido (el personaje de Baldwin así lo hace sospechar) pero todo queda reducido a una historia convencional con música irritante y regusto rancio.

Menos mal que sale Diane Lane. Cómo la añoramos.

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