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Esto no hay quien lo salve

Burda exhibición de carne y arena con humor de saldo incrustado en una simplona trama policiaca

Parte de los vigilantes, en la playa.

Hay películas malas. Hay películas muy malas. Y luego hay cosas como Baywatch: Los vigilantes de la playa. A "The Rock" le ha sentado fatal que la crítica la haya destrozado con saña y afirma que los críticos van por un lado y el público por otro. Y va a ser que no en este caso porque en la taquilla estadounidense se ha pegado un castañazo importante a pesar ser un producto pensado al detalle para satisfacer a quienes van al cine a ver a) cuerpazos de tíos y tías, a cámara lenta si es posible b) humor guarrete de patio de colegio y c) una mínima trama (y cuando digo mínima estoy siendo generoso) en la que se mezcla algo de intriga policiaca con ligeros toques románticos y el inevitable choque de egos entre el profesional curtido y el novato chuleta y respondón.

Más que atender las posibles demandas de espectadores nostálgicos de la serie (mediocre, no se deje engañar por la memoria) se ha intentado llamar la atención de nuevas generaciones dándoles un menú variado y ligerito. La operación queda al descubierto cuando (¡spoiler, spoiler, spoiler!) llega la lamentable escena cumbre, esa pensada para que "todo el mundo hable de ella". La del aspirante a socorrista que se queda atascado por una inoportuna erección ante la atenta mirada de los bañistas armados con cámaras. Larga, torpe y burda, consigue arrancar las risas facilonas previstas. Otro momento aspira a superar ese alarde de originalidad (¡spoiler, spoiler, spoiler!): una mujer salvada de un yate en llamas admirando con deleite los músculos de su salvador y sugiriendo un revolcón rápido, que el fuego acecha. Y el resto no mejora mucho la función: chistes a costa de los pectorales, mujeres florero y, sin venir mucho a cuento, una especie de trama sobre narcotraficantes bastante torpes, corrupción y una villana que acaba siendo lo más salvable del aceitoso tinglado.

Baywatch podría haber tenido algún interés si hubiera sometido su propia existencia a un proceso de desintegración paródica, como cuando un personaje dice, ante la repetición de otra carrera por la playa regodeándose en los cuerpazos, que "parece que esté corriendo a cámara lenta". Pero es un espejismo. Y el director de la aceptable Cómo acabar con tu jefe tira la toalla a la arena en cuanto puede sin haber sudado la camiseta ni siquiera con el repato porque, seamos comprensivos, ¿qué se puede hacer con "The Rock" y Zac Efron? Pues eso: ¡socorro!

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