Giovanni Guerra (Venecia, Italia, 1952) y su mujer, Dolores Cembranos, son propietarios de un restaurante italiano de referencia que está en Siones, una aldea de Oviedo a la que se llega después de ascender tres kilómetros por una carretera estrecha.

La Calenda abrió en febrero de 2005 y es una apuesta vital.

-No es un negocio. Un negocio se abre en Las Caldas o en Oviedo. Se trataba de trabajar lo justo para que pagarnos la vida. Tenemos cinco mesas y no doblamos. Desde hace un año no abrimos por la noche, salvo viernes y sábados. Cerramos los miércoles. Los fines de semana hacemos menú. Estamos ajustados a las necesidades y a las capacidades. Trabajamos para vivir.

- Usted no era hostelero hasta que llegó. ¿Cuánto lleva aquí?

-Desde septiembre de 2004.

- Lejos de casa.

-Nací en Venecia, en el distrito de Canareggio. Allí estaba la casa de mi abuela y de mi madre. A finales de los años cincuenta, como muchos venecianos, nos mudamos a tierra firme, a la zona industrial, donde había trabajo, pero cada fin de semana volvía a casa de mi abuela y hasta los 14 años tuve allí a mis amigos.

Guerra hizo la escuela obligatoria...

-Cada verano me buscaba la vida para pagarme las vacaciones, trabajando en un chiringuito de la playa o en correos.

... se diplomó en Administración, se fue al servicio militar y al volver encontró trabajo en la contabilidad de una empresa de construcción y venta de materiales. Allí estuvo desde 1974 hasta 1982. Luego lo fichó una empresa de transporte hasta 1988.

-Nos compró otra empresa más grande de transporte, que se hizo con el parque de camiones y la cartera de clientes. Como duplicaban el personal administrativo, me nombraron directivo de logística, en lo que tenía experiencia. Eso hice hasta 2004 en que decidimos mudarnos.

- ¿Por qué?

-Eran doce o trece horas diarias de trabajo muy estresante. Debía tener siempre el móvil encendido por si había un robo o un accidente en un camión. Empezaba a ser muy pesado. Por la ley laboral italiana de 2004 me faltaban 2 o 3 años para jubilarme, pero Dolores y yo pensábamos en hacer algo más tranquilo y en otra parte.

Dolores es la responsable de que Asturias fuera el destino de la mudanza. Es de León. Vino a Oviedo con su primer marido, destinado aquí, cuando tenía 22 años. Aquí estudió, hizo amigos, tenía casa.

- ¿Cómo se conocieron?

-En 1995, en Venecia. Por causalidad. Ella fue de vacaciones, nos relacionamos durante un tiempo y decidimos vivir juntos. Los dos estábamos divorciados. Ella tenía una niña y yo un niño. Ahora tienen 31 años.

- O sea que, cada uno por su cuenta, tuvieron dos gemelos.

-Marco es de mayo y Raquel de septiembre.

Hasta que se encontraron, Gianni sólo conocía el sur de España, donde había pasado algunas vacaciones.

- ¿Cómo querían vivir?

-En una casa en la que pudiéramos montar un pequeño restaurante. En 2003 empezamos a buscar por internet y cuando reuníamos dos o tres oportunidades, cogíamos un avión -ella, yo, o los dos- y veníamos a ver.

- ¿Cómo encontraron la casa de aquí arriba?

-Nos encontró la casa a nosotros. Vinimos a ver una en Trubia, pero era pequeña y no tenía aparcamiento. La agencia nos habló de una casa en Siones. Sin verla, sólo por las fotos y la opinión de una pareja de amigos, decidimos comprarla. Entonces, por cuatro piedras pedían burradas. Pagamos un precio justo. Hubo que hacer gastos de restauración.

- ¿Cómo fueron los comienzos?

-Sabíamos que para que empezara a funcionar bien deberían pasar tres años de sufrimiento y de darnos a conocer.

- ¿Sus hijos dependían de ustedes?

-Ya no. Marco quedó en Venecia y Raquel estaba con el padre en Oviedo. Pero cuando ya llevábamos los tres años llegaron 2008, 2009 y 2010, los más duros de la crisis.

- ¿Y en 2011?

-Empezamos a marchar solos. Fue el boca-oreja y hacer las cosas bien, porque estamos donde estamos: hay que subir a Siones.

- Su mujer está en la cocina. ¿Qué formación tiene?

-En Venecia trabajó de cocinera y convirtió en un oficio algo que le gustaba desde niña. Allí se puso al día en cocina italiana y en las técnicas más al día.

- ¿Echa de menos Venecia?

-Seguro, tengo casa y cada año volvemos. Añoro la vida tranquila de los barrios y la laguna. Tenía barco, cargaba a la familia y daba la vuelta a la laguna o pescaba o paraba en una isla a tomar algo. Sentía que no había nada mejor.

- Y ahora se levanta y ve...

-El valle de Siones, que es precioso y estoy tan tranquilo como quiero. Si deseo follón voy a Oviedo, a Parque Principado o a Gijón o cojo un avión y me voy. Hasta ahora tomamos las vacaciones a final de enero y vamos a dar unas vueltinas por Venecia: vino, pincho, tapa, otro vino, otro pincho, otra tapa, comer en un restaurante o recorrerla de parte a parte sin tomar un vaporetto.

- Ventajas de Asturias.

-En un radio de pocos kilómetros puedo disfrutar de río, de bosque, de una playa, de un mar. Aquí no tengo barco y el Cantábrico me da miedo no es una laguna. He hecho amistades. Y de humedad, Asturias y Venecia están ahí, ahí.

- ¿Ha logrado lo que quería?

-Sí, y no es tanto dónde estás como cómo estás contigo mismo y con la gente.

Lee los diarios italianos por internet, usa algunos términos asturianos, sobre todo diminutivos, le gusta la sidra y su plato favorito de Asturias es el pote.

- Compare la cocina italiana y la asturiana.

-Aquí la cocina es muy limitada y se nota al leer las cartas y los menús del día. En Italia es más variada y no sólo pasta y pizza. Al llegar a España nos costaba encontrar una berenjena y se tiende a escapar del verde. Ahora hay más productos de la huerta, pero, lo entiendo, para nosotros es difícil encontrar buenos productos italianos. Si hacemos un plato con gorgonzola no puedo poner un queso azul. Siones es una localidad tan buena como cualquiera de Italia para comer italiano.

- Va a jubilarse.

-En Italia tengo todos los requisitos. En España tengo que solicitarlo. Después, no sé qué haremos, si seguir con el restaurante, dejarlo, vivir de jubilados...

- ¿Dónde se ve?

-Aquí, seguro. Con 65 no pienso en mudarme, sino en disfrutar si la pensión y la salud me lo permiten.