La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Néxodos": cómo el arte contemporáneo puede salvar a la zona rural

Un encuentro artístico en Candamo busca recuperar un inmueble y frenar la emigración

El conectoma de lana realizado por María Tamames. FRANCO TORRE

"Tenemos que ir más allá de la despoblación: el arte tiene que salvar a los pueblos". Dicha así, con esa sentencia verbalizada ayer en San Román de Candamo por Javier Ayarza, esta reflexión puede sonar más a deseo que a realidad. Pero en su contexto, en el marco de "Néxodos", el encuentro de creación contemporánea y medio rural que se celebra en la localidad candamina, la frase de Ayarza adquiere una dimensión diferente: es más que una mera esperanza.

El proyecto de "Néxodos" tiene diferentes objetivos. Por un lado, quiere plantear una reflexión sobre la historia y el futuro de las zonas rurales a través de la creación contemporánea. Por otro, trata de acercar a los artistas y a un público no versado, para propiciar que unos y otros encuentren vías de entendimiento mutuo. Pero además, todo ello se vuelca sobre un objetivo concreto: la recuperación de un edificio emblemático de la localidad, como es el antiguo Centro de higiene y hospital de la localidad.

"Es un edificio importante de la historia de San Román. Su origen se sitúa en 1893, cuando una familia que residía en Estados Unidos, los García, la construyeron para que fuera su residencia de verano. Pero sólo la usaron siete años, y después, en torno a 1906 o 1907, pasó a ser una escuela", relata Gerardo López, uno de los impulsores de "Néxodos".

El edificio mantuvo esa función durante varios años y, ya en la posguerra, fue donado por los descendientes de los García para que se convirtiese en un consultorio y hospitalillo. Una función que mantuvo hasta 2007. "Lleva cerrado desde entonces, y nos preocupa ver cómo se está deteriorando", afirma López.

Este edificio es el corazón y el escenario principal de "Néxodos". Doce artistas han colonizado sus salas para convertirlas en escenario de sus instalaciones en una muestra inaugurada ayer. Un vigoroso conjunto que impacta ya desde la misma entrada, junto a la cual Avelino Sala ubicó un expresivo cartel: "El enemigo está dentro. Disparad sobre nosotros". Este elemento juega con la memoria histórica para crear una paradoja. La sentencia remite a un célebre episodio de la Guerra Civil: el asedio al cuartel del Simancas, en Gijón. Pero Sala lo recupera para reflexionar sobre la creciente importancia del turismo en la zona rural, y sus nocivas consecuencias para ese entorno.

Además de Sala, intervienen sobre el hospitalillo Tania Blanco, David Duyos, Cristina Ferrández, Bettina Geisselmann, Ignacio Gil, David Herguedas, Salim Malla, Julio Mediavilla, Nacho Román, María Tamames y el citado Javier Ayarza. Cada uno de ellos ha hecho suyo un espacio del inmueble, una parcela del emblemático edificio, para compartir con el público una reflexión personal sobre el deterioro del patrimonio, la despoblación de las zonas rurales o el declive mismo de la sociedad.

Una premisa une todas las instalaciones: los artistas debían trabajar, preferentemente, con elementos propios del hospitalillo. En la primera sala nada más cruzar la puerta, Tania Blanco recreó la consulta de un médico, forrando las paredes con las páginas del Vademécum, el libro que recoge el listado de medicamentos de un año determinado.

La propia artista explica la naturaleza de su obra y sus objetivos a los visitantes: "Quería mostrar un espacio monótono y ordenado, pero también que oprime al que está dentro". Una opresión que remite a la incertidumbre del enfermo al no saber la gravedad de su dolencia, pero también la lucha entre dos formas de entender la medicina y, a mayores, el mundo: "es la pugna entre una manera de tratar a los pacientes más industrial, basada en los medicamentos, y otra más tradicional". La ciudad y el campo, el progreso y la memoria. También aquí ganó la modernidad: la pastilla.

En la sala siguiente, Julio Mediavilla ha reconstruido la sala de espera del consultorio. Dos filas de asientos forradas en aluminio, una a cada lado de la sala, sitúan al espectador. Frente a él, en la pared del fondo, dos paneles luminosos se activan sucesivamente. Pero en vez de marcar los números, como harían en origen, fijan el tiempo. En este caso, el tiempo de encendido de unas piezas eléctricas que, situadas sobre los asientos, emiten calor. "Quería trabajar sobre tres conceptos: el éxodo, la espera y la percepción del tiempo. Por eso he alterado los displays, que ahora son cronómetros, con la intención de trazar relaciones entre esos conceptos", sostiene Mediavilla.

Cada sala es una experiencia artística, un lugar de reflexión. En su instalación María Tamames presenta un mapa de las conexiones del cerebro realizada con lana. Y Cristina Ferrández proyecta sobre una pantalla de piedra el mapa de una isla utópica.

Ferrández fue, además, una de las artistas que participó, antes de la inauguración, en una mesa redonda sobre creación contemporánea y medio rural, junto al palentino Javier Ayarza (que presentó el proyecto "La Cabra se Echa al Monte"), el abulense Carlos de Gredos ("Cerro gallinero") y la gijonesa Virginia López (PACA).

El proyecto de Ferrández, "Open Lands", impactó por su naturaleza: trazar la topografía de edificios financiados con fondos públicos, con coste millonario, que nunca han entrado en uso, o que lo han hecho de forma muy limitada. Como apoyo de su relato, la creadora proyectó imágenes de sobra conocidas por los asturianos: la Azucarera de Pravia, el Museo de la mina de Arnao, la derruida Casa de Encuentros de Corvera... "El problema no es de dinero: el problema es de una gestión política que espeluzna, pensada sobre la foto de la inauguración y las siguientes elecciones", terció, de nuevo, Ayarza. Y el público creyó que sí, que el arte contemporáneo puede realmente salvar a las zonas rurales.

Compartir el artículo

stats