Poderoso estreno. La apertura de la LXX temporada de ópera de Oviedo, con el "Sigfrido" de Wagner, estuvo llena de fuerza y sonoridad. Fueron más de cinco horas de representación tras las que el público del teatro Campoamor salió satisfecho, especialmente con la parte musical y, en particular, con el interpretación de Mikhail Vekua en el papel de Sigfrido. El Ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, finalmente no vino, como estaba previsto. En su lugar, asistió el subdirector general música y danza del INAEM, Eduardo Fernández Palomares.

Si por algo se caracterizó la representación fue por la potenciación de la faceta sinfónica del drama wagneriano, hasta el momento de colocar a la Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA) y a la Orquesta Oviedo Filarmonía (OFIL) en el escenario. Una decisión hábil que llena el espacio escénico y aporta una sonoridad orquestal más acorde con Wagner.

La propuesta escénica de Carlos Wagner, materializada en las proyecciones de imágenes que, en mayor o menor medida, guardan relación con lo que ocurre en la trama, tiene una estética bastante actual. No plasma literalmente lo acontecido en el libreto pero tampoco pone trabas al desarrollo dramático. Aunque la idea predominante del director de escena fuera la de incidir sobre la metáfora, y esta producción permite este tipo de lecturas más abstractas, quizá se podría poner un mayor énfasis en conceder mayor verosimilitud a algunos momentos concretos, como la escena de la cueva de la envidia con Fafner.

Sigfrido es el protagonista indiscutible en este drama, sobre él reside un gran porcentaje del éxito o el fracaso al poner en escena la segunda jornada de la tetralogía. El tenor Mikhail Vekua fue el responsable de dar vida al héroe. Supo entrar dentro del personaje y reflejar en la escena sus pensamientos y anhelos. Además de su buen hacer en el ámbito vocal, Vekua tiene ese magnetismo interpretativo que exige Wagner. Se ve que la escritura del compositor alemán no le es ajena, y afrontó con arrojo el intenso y largo papel del héroe wagneriano por excelencia. Su interpretación alcanzó uno de los momentos álgidos durante la alegre canción de la forja en el primer acto, en la que se pudo apreciar su buena proyección y gran potencia sonora que ni siquiera la orquesta con más de cien profesores que tenía situada detrás encubrió en ningún momento de la representación.

El director musical, Guillermo García Calvo, junto con la OSPA y la OFIL, tenían un papel más que significativo en "Sigfrido". Había mucha expectación antes del estreno de este primer título de la temporada por comprobar la efectividad que tendría el hecho de que esta vez la orquesta se desplazase desde el foso -ése al que tanto interés prestó Wagner en la planificación de Bayreuth- al centro del escenario. Cabe imaginar que, tras un importante trabajo para adaptar los balances sonoros entre la agrupación orquestal y los cantantes, el resultado fue bueno y agradó a la mayoría del público.

El trabajo de García Calvo, que se ha convertido en un director muy querido en Oviedo cuando se trata de poner Wagner en escena, fue preciso y de gesto claro, y la orquesta supo responder. Desde el punto de vista instrumental se trata de una obra que alberga gran dificultad y a ello hay que sumar también la extensión de la partitura, por lo que es comprensible que en la función de ayer los profesores de ambas orquestas se rotasen en cada uno de los tres actos.

Hubo muchos aplausos también para los demás cantantes que participaron en esta producción. El Mime de Johannes Chum, bien caracterizado, ofrecía una imagen de ser ignominioso, siempre maquinando para hacerse con el anillo. Béla Perencz hizo un Wotan elegante en lo escénico y en lo musical, con buen fraseo. Andrea Mastroni, conocido ya en Oviedo, posee un color vocal oscuro y graves muy ricos en sonoridad. La mezzo Agnes Zwierko tiene una voz potente, aunque no todo lo bella que cabría esperar al tratarse de Erda. La Brünhilde de Maribel Ortega fue todo un descubrimiento y el público se percató inmediatamente de su potencial. Finalmente, Alicia Amo, cantó el pájaro del bosque con un atinado timbre cristalino.