La villa romana de Veranes y su yacimiento arqueológico, a ocho kilómetros de Gijón (sobre la Ruta de la Plata) y con la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1985, aún puede arrojar "sorpresas de gran interés" para estudiar los efectos de la romanización en Asturias y el mundo tardoantiguo, el tránsito entre la Antigüedad y la Edad Media. Se ha convertido, además, en uno de los complejos romanos de sus características más estudiados de España y, posiblemente, en el mejor del norte peninsular.

Son algunas de las conclusiones que adelantaron ayer José Avelino Gutiérrez, profesor de Arqueología de la Universidad de Oviedo, y Carmen Fernández Ochoa, catedrática de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid y durante años directora de las excavaciones arqueológicas gijonesas. Ambos inauguraron, en el Real Instituto de Estudios Asturianos ( Ridea), el ciclo de conferencias con el que se conmemora el centenario del descubrimiento de la villa romana de Veranes, en Cenero.

Conocido como Torrexón de San Pedro, ese núcleo arqueológico empezó a ser identificado como tal por el sacerdote felguerino Manuel Valdés Gutiérrez (1880-1962), entonces ecónomo de la Abadía de Cenero, al poco de su llegada a la parroquia y de constatar con indignación el recurrente expolio que sufrían aquellas ruinas. Noventa y nueve años después, en 2016, la gran historiadora y académica inglesa Mary Beard, autora de algunos de los libros sobre Roma de mayor difusión internacional, visitó Veranes antes de recibir el premio "Princesa de Asturias" de Ciencias Sociales. "La villa de Veranes es una respuesta a esa pregunta de por qué seguimos estudiando todavía a los romanos", dijo.

Carmen F. Ochoa y Avelino Gutiérrez son dos de esas personas que continúan buscando respuestas en las vetustas piedras de la villa romana y de la necrópolis de Veranes, que con sus ochocientos enterramientos, más o menos, se ha convertido en un filón, por ejemplo, para el estudio antropológico de esos años de engarce entre el mundo romano y el medieval.

Avelino Gutiérrez, que habló de "Arqueología tardoantigua en Asturias", está empeñado en la tarea de ir aclarando cada vez más cómo era Asturias después de una romanización que fue bastante más profunda de lo que se ha venido subrayando, según se deduce de los descubrimientos de los últimos años. Dirige "Asturmetría", investigación de excelencia acogida al plan nacional que pone el foco en el territorio astur entre la época antigua y la medieval a partir de registros arqueológicos. Veranes está en el eje de ese estudio. "Hay bastantes elementos, datados entre el siglo V y el VIII -desde el final de Roma y el inicio del Reino de Asturias-, para empezar a explicarnos cómo era aquel mundo", indicó a este diario, antes de su charla.

Para el profesor, la inclusión de las tierras de los astures en los intereses económicos y sociales de los romanos fue más completa de lo que se afirma: "Funcionaban en el circuito imperial, pero con peculiaridades periféricas, como también las había en Germania o Britania; hay una adaptación al clima", explicó.

¿Qué fue la villa de Veranes? "Pues una mansión, unida a una explotación agraria, como había en otras zonas romanizadas, caso de la Bética. Y dotada de termas o mosaicos, pero de construcción más cerrada al no ser una villa mediterránea", indicó. A juicio del profesor, la aplicación de nuevos recursos científicos y la colaboración entre cultivadores de distintas disciplinas analíticas ayudará a profundizar aún más en las explicaciones sobre el yacimiento arqueológico gijonés. Se sabe, por ejemplo, que a Asturias llegaron mármoles del Mediterráneo o cerámica del Norte de Africa.

Carmen F. Ochoa lo sabe todo de Veranes. Habló ayer de los últimos descubrimientos y avances en el estudio de la villa romana: de las áreas metalúrgicas a los crismones. La intención es poner negro sobre blanco las conclusiones de las distintas líneas de investigación. Para la catedrática, el Torrexón de San Pedro se convierte en iglesia a partir del mismo edificio romano: "Posiblemente porque el entonces dueño de la villa se hace cristiano". Y eso sucede entre los siglos VI y VII. La construcción seguirá, pues, teniendo un "papel central".

Es una teoría sostenida hoy por varios investigadores del yacimiento gijonés, que se aleja de la que sostuvo el fallecido historiador y coleccionista ovetense Joaquín Manzanares (1921-2003), cronista de Asturias. "No es una iglesia de nueva planta, paleocristiana, como pensaba él", matizó la catedrática, convencida de que el interés de Manzanares por el Torrexón de San Pedro animó al Ayuntamiento de Gijón a comprar la finca y a que "no se hicieran barbaridades". En la actualidad es una de las villas romanas mejor estudiadas de España, como puedan estarlo las de Almenara-Puras, en Valladolid, o las andaluzas. Carmen F. Ochoa está satisfecha de la restauración y presentación al público de un conjunto que, con las termas romanas de Campo Valdés o el yacimiento de la Campa Torres, también en Gijón, forma un "relevante" circuito arqueológico.