La procesión de los refugiados es una danza macabra, una manifestación interminable, un Mardi Gras sombrío y doliente. Al menos así se contempla a través de los ojos de William Kentridge, el flamante premio "Princesa de Asturias" de las Artes, cuya creatividad iluminó anoche el Campo San Francisco, donde se inauguró la videoinstalación "More Sweetly Play the Dance" en medio de una gran expectación.

Este espectacular montaje, presentado por el creador sudafricano en la Eye Amsterdam Art Exhibition de 2015, sintetiza la capacidad de Kentridge para romper los géneros artísticos y las convenciones técnicas y formales en la construcción de una pieza que reflexiona sobre las consecuencias del colonialismo, la desigualdad, y la crisis humanitaria de los refugiados.

Antes de la videoinstalación, decenas de personas aguardaban en la semioscuridad, en distintos puntos del Campo, señalizados con hitos inequívocos. El primero estaba en el paseo del Bombé, de donde salió la singular fanfarria que iría recorriendo todos esos puntos, recogiendo en cada uno a los animosos espectadores que habían acudido a la llamada de la Fundación "Princesa de Asturias".

La fanfarria era, en sí misma, representación de un imposible carnaval cajún: eran los personajes de "More Sweetly Play the Dance", hechos carne y lamento y flanqueando a una banda hameliniana que atraía, con su música, a todos los caminantes a unirse a la procesión.

Recodo tras recodo del Campo, más y más personas se sumaron a la marcha, que descendía sinuosa por los caminos del parque hasta el lugar en el que estaban instaladas las ocho pantallas de la videoinstalación. Allí aguardaba Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación, que agradeció la animosa participación. "Para que los premios sean un éxito, es fundamental que sean de todos", afirmó. También el director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio, que contextualizó y esbozó un análisis de la videoinstalación: "La procesión es un tema central, nuclear, en la obra de Kentridge. En este friso veremos una danza de la vida, una danza también de la muerte, un carnaval, una manifestación y, sobre todo, un éxodo", señaló, insistiendo en la preocupación de Kentridge por la situación de los refugiados.

Tras las palabras, comenzó la proyección. Cuando la procesión de carne se fusionó con la de sombras ideada por Kentridge.