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¡Sólo por unos días!

El lunes que no ocurrió por culpa de la tarde del domingo

William Kentridge, premio "Princesa" de las Artes, permite a Oviedo identificarse con su obra gracias al Carbayón

Un árbol dibujado por Kentridge, que recuerda al Carbayón, el totémico árbol ovetense.

Ayer fue el lunes que no ocurrió.

El sol puso colorante amarillo a un puré de humo de incendio y nubes bajas. Asturias se quedó sin lucero del alba y los niños de Noreña sin "Luthiers" en el lunes que no ocurrió. La última vida fue el domingo por la tarde, asado por el calor del viento Sur, emisario de "Ophelia", de la que cabría esperar que fuese una inundación más que un huracán.

A media tarde del domingo, un hombre tan divertido como Carlos López Puccio se aburría como un ovetense más. El "luthier" del mocho blanco, vestido con pantalón y americana azul de sport, acompañado de una mujer joven, se arrimaba a las tiendas cerradas y miraba el escaparate de una relojería, el único en el que no se había detenido el tiempo la víspera del lunes que no ocurrió.

A las gaitas de la mañana siguió la gaita de una tarde otoñal en la que "Mi propiedad privada" amenizó el baile de la residencia pública de la calle Santa Teresa, las alcantarillas tiraban su pedo sordo urbano y octubre bajó al suelo las bellotas de los carbayos del Campo San Francisco, ese parque destartalado en el que los árboles ya amenazan su invierno de escobón en alto.

En el paseo de la Rosaleda, cuando se fue la luz para no volver, se encendió la videoinstalación "More sweetly play the dance" del premio "Princesa de Asturias" de las Artes, William Kentridge. Su mejor anuncio era la música, que guiaba desde el Bombé hasta Uría, desde Toreno a Santa Cruz. Música de banda, metal y percusión portátil, para un mural de cincuenta metros animado durante catorce minutos en el que siempre avanza un cortejo fúnebre, un desfile militar, una manifestación civil, una procesión de fieles, un éxodo de enfermos con gotero, danzas guerreras, predicadores, un abanderado...

La forma de verlo que propone el artista es sumarse al desfile, pero esto es Oviedo, la poco participativa; Oviedo interior, la nada inmersiva; Oviedo, donde hay más gente en la acera que en la carretera, lo que desplaza todas las manifestaciones grandes a Gijón.

Donde videoinstala Kentridge logra que sus animaciones encuentren una identificación. Lo que creó pensando en su Sudáfrica ha encontrado reflejo en Sudamérica y en Europa porque aunque el relato no sea el mismo tiene un equivalente local. Johannesburgo, industrial y minera, es una referencia en Kentridge donde encontrarse. Pero Oviedo ha producido más en la resistencia de su quietud que en las marchas trágicas, y eso vale desde el cerco, que es el relato de la vieja derecha, hasta el asedio de "La Madreña", la epopeya de la nueva izquierda. Ya lo decía el cronista oficial Manolo Avello: "Tate quietu".

La tarde del domingo permitía una identificación circunstancial en el cielo y el paisaje al carboncillo de la animación, como el que se estaba carbonizando al natural en Degaña y en Ibias para ese environment amarillo que abolió el día siguiente y provocó el happening artístico del Gobierno y de la población en el "apocalypse, ho" de la mañana del lunes que no ocurrió.

Para una mayor identificación con el Oviedo más arraigado lo mejor son los árboles que dibuja Kentridge, sobre todo ése al que le crecen ramas de titulares que recuerda al Carbayón como árbol totémico y como periódico local conservador.

A ver si hoy hay martes.

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