Les Luthiers, premio "Princesa de Asturias" de Comunicación y Humanidades, consiguieron ayer en Gijón exactamente lo que todos sus fans esperaban de ellos: la carcajada, el juego de palabras, el humor inteligente, el aplauso y la ovación cerrada, propina incluida. El grupo humorístico y musical argentino recaló en el teatro Jovellanos de Gijón a última hora de la tarde para poner en pie al respetable con la zarzuela "Las majas del bergantín", la delirante obra sobre la adaptación de la historia de "un leñador que vivía con su loro en un bosque de Bulgaria".

Nada que ver con la realidad, como suele ser habitual en un repertorio plagado de giros y dobles sentidos que, ayer en Gijón, se llevó el reconocimiento de todos los que esperaban el momento de agradecer a sus ídolos "las risas que nos llevan a la felicidad, por lo tanto, tantos momentos felices como nos han hecho vivir", como señaló el maestro de ceremonias del encuentro, el escritor y periodista Álex Grijelmo.

Fue un encuentro cálido entre los artistas y el público para repasar una historia conocida, en ocasiones no tanto, en la que los propios integrantes del sexteto comentaron algunas de las anécdotas y vicisitudes de su larga carrera. Carlos López Puccio, Carlos Núñez Cortés, Jorge Maronna, Marcos Mundstock, Horacio "Tato" Turano y Martín O'Connor, estos dos últimos las últimas incorporaciones del grupo, ofrecieron la retrospectiva del coro fundado en 1967 en Buenos Aires por Gerardo Masana, "un auténtico cuerdero, un hombre muy cuerdo". Y como recordó Núñez, "el Big Bang de Les Luthiers, la persona a la que nos fuimos acercando con la idea de hacer música y humor, instrumentos musicales y bromas estudiantiles; una persona muy tierna y un fino músico, con un sentido del humor increíble y a la vez revestido de seriedad".

Junto a él hasta 1973 y entre todos ellos han ido construyendo un grupo que, como recordaron, nació vinculado al mundo universitario en una época de gran auge coral, que pasó de septeto a incluso "decateto, sin ese", para pasar a ser un quinteto con Daniel Rabinovich hasta su fallecimiento en el año 2015, un "mazazo" que supuso a cambio la entrada en el grupo de "Tato" Turano y Martín O'Connor.

Hubo también recuerdos para Carlos Iradi, otra de las "patas" de la historia de "Les Luthiers" y responsable de la construcción de los archiconocidos "instrumentos informales" del grupo, de los que el primero fue "el latín, el violín de lata" y que, como reconoció Puccio, "nació porque no teníamos tanto dinero para comprar instrumentos".

Hubo carcajada generalizada al recordar la "Cantata Lexatón" una pieza barroca basada en un prospecto de un laxante, de la que el grupo pasó directamente a dar forma a las obras de Johan Sebastian Mastropiero, un nombre con el que "buscábamos que sonara a italo-yankee con un tono mafioso", apuntó Mundstock. Obra del desternillante compositor de ficción es el "Teorema de Tales" interpretado al piano brevemente por Carlos Núñez a petición del respetable. Eso sí, sin desvelar la gran incógnita de si seguirá en el grupo una vez se cumple ya el medio siglo de vida de "Les Luthiers". "Prefiero hablarlo en privado", aseguró Núñez entre risas.

Las dificultades económicas del principio llevaron en cambio ayer a los argentinos a dejar un botín de carcajadas, una retahíla de buenos recuerdos y éxitos en todo el mundo. Reconoció Mundstock que "lo más difícil es el final". Pero ayer lo bordaron. Con el Blues Opus 14 de J. S. Mastropiero al piano y "bolarmonio" el Jovellanos se vino arriba. "Va por ustedes".