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La noche en que Felipe pasó de hijo pequeño a gran Rey

La madurez del Monarca, espoleada por la crisis catalana, se refleja en su rostro y sus gestos

La noche en que Felipe pasó de hijo pequeño a gran Rey

George Orwell ("Homenaje a Cataluña", "1984") escribió que a los "a los 50 años uno tiene la cara que se merece". Felipe VI cumplirá esa edad en enero pero los últimos y estresantes acontecimientos han adelantado sus merecimientos faciales. La culpa fue del blablablá independentista: obligado a dar un puñetazo sobre la mesa regia, sorprendió con un discurso televisado en el que mostró una imagen inédita de contundencia. Implacable, incluso. Tres años después de su amable proclamación, el monarca al que muchos seguían viendo como el hijo pequeño y mimado de los anteriores reyes, al que vimos crecer desde el mismo día de su nacimiento, aparecía en su despacho con Carlos III a sus espaldas empleando un tono de dureza acompañado de un lenguaje de gestos que no dejaba lugar a dudas de su estado de ánimo: enfadado. Sin paños calientes. A diferencia del también histórico discurso de su padre, Juan Carlos I, en la noche del 23-F, Felipe VI mostró un sincero enfado, una real preocupación, con el dedo índice acusador, sin rigidez en la postura y con un leve toque de tristeza en la mirada. Más de uno pensó: el neno se nos ha hecho grande.

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