"He aquí la traición de los ruines boyardos que al poder soberano presentan batalla". La lectura política siempre se ha impuesto a la artística al juzgar la película "Iván el Terrible", de Sergei Mikhailovich Eisenstein. Aún ahora, especialmente ahora, esa historia de traiciones, mentiras y conjuras parece querer dialogar con la realidad. Mas el talento visual y narrativo de Eisenstein siempre ofrece un refugio para el deleite estético, como también lo procura la composición de Sergei Prokofiev para su banda sonora. Eso sucedió ayer en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, donde el poder de la música brilló más allá de las lecturas políticas, quizás incómodas, quizás pertinentes, de la cantata basada en la partitura de Prokofiev.

La versión de "Iván el Terrible" ejecutada ayer en el Auditorio es la de Abram Stassevich, de 1961. Organizada en veinte números, esta versión de la cantata incorpora a un narrador, que en este concierto estuvo admirablemente cubierto por un intenso Jorge Moreno.

Si algo definió a la interpretación tanto de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) como del Coro de la Fundación fue precisamente su enérgico desempeño, bajo la vigorosa dirección de un Miquel Ortega que, más que dirigir a una orquesta, parecía comandar a un ejército en su avance contra los boyardos. Con los violines en vanguardia, Ortega regulaba con sapiencia la entrada del viento metal, mientras la percusión guardaba los flancos y el coro esperaba en retaguardia, listo para decidir la batalla.

También destacó su ductilidad al afrontar una partitura especialmente compleja, que alterna momentos épicos y líricos. En unos y otros, coro y orquesta dieron la talla. Una versatilidad que reflejaron mejor que nadie los solistas: la mezzosoprano María Luisa Corbacho, sólida y emotiva, y el barítono Alfredo García, vigoroso y expansivo.

Faltaban, únicamente, los planos irrepetibles de Eisenstein, creando significados a partir de su colisión con la música de Prokofiev. Un contrapunto que en este caso lo marcó la pantalla que truncaba el Auditorio, disminuido por motivos de seguridad. Por seguir con las dobles lecturas, podría interpretarse como una metáfora de la trilogía de Eisenstein, también truncada. Pero Prokofiev merecía un Auditorio completo. Y la OSPA y el Coro de la Fundación, brillantes, también.