La ampliación del Museo de Bellas Artes de Asturias costó unos 27 millones de euros, de los que 10 fueron de sobrecostes. Sin embargo, cuando se inauguró no había dinero para vigilantes de sala. Reforzada con la reapertura de los dos edificios históricos, supuso desde luego ganar metros cuadrados y duplicar casi el espacio de la colección permanente, pero no resolvió los problemas estructurales de la pinacoteca ovetense. Incluso los agravó, al condicionar su solución a una segunda fase que es en sí misma inasumible por descabellada y despilfarradora. Hay que empezar a plantear posibles alternativas, aunque éstas sean más trabajosas y menos lucidas y espectaculares.

El hecho es que los depósitos, ubicados en el sótano segundo del nuevo edificio, por fin atienden en capacidad a las necesidades del museo, pero el arquitecto Patxi Mangado ha tenido la habilidad de condicionar su viabilidad a la ejecución de la segunda fase de la ampliación. Hasta que no se acometa esa fase, no estarán operativos, y las obras permanecerán almacenadas en locales alquilados en los alrededores. El anteproyecto plantea un muelle de carga con frente a la calle Santa Ana, así como la excavación de sótanos a las mismas cotas de las del edificio de la primera fase. Pero para ello habría que demoler el edificio anexo al Palacio de Velarde y sustituirlo por un nuevo edificio de aspecto semejante al de la calle Rúa.

Estas obras complementarias supondrían una inversión inicial de 3.488.002 euros, que probablemente llegarán a los 7 millones por sobrecostes, y un plazo de ejecución de 20 meses mínimo que, visto lo visto en la fase anterior, durará al menos cuatro años. El edificio anexo de la calle Santa Ana, del arquitecto Luis Menéndez-Pidal, rehabilitado en 1995 y perfectamente funcional, está bien integrado en su entorno urbanístico y no tiene ningún sentido sustituirlo por un edificio nuevo de material reflectante y cubiertas picudas situado justo detrás de la iglesia de San Tirso, de origen prerrománico. Y que además tendría los mismos servicios que el edificio derruido, es decir, oficinas, salón de actos y taller de restauración, al tiempo que repetiría parecida estética posnuclear y similares errores a los de la primera fase, donde todo son pasillos estrechos, zonas de paso, puertas, ventanales, patios y escaleras interiores que pierden metros y más metros, sin el adecuado control lumínico y climático.

Mucho más razonable resultaría acometer alguna solución intermedia, como utilizar el patio de manzana que hay entre los edificios actuales y que seguro permitiría habilitar muelles de carga y descarga, conectar entre sí los cuatro edificios y solucionar definitivamente el tránsito de obras y personas por todo el conjunto. Ahora que ThyssenKrupp fabrica ascensores sin cables que se mueven además horizontalmente, no tiene sentido argüir en contra ningún tipo de inconveniente. Costará mucho dinero, seguro, pero probablemente mucho menos que el que costaría hacer la obra que propone Mangado, que para conseguirlo no duda en descalificar al edificio afectado, diciendo que es "una desafortunada nueva construcción realizada en los años 70", cuando es de décadas anteriores, de la misma manera que afirma que el Palacio de Velarde es un edificio "renacentista", siendo como es un palacio ilustrado del siglo XVIII. Total, a él qué más le da, si en un primer momento proponía eliminar su muy noble escalera principal y cargarse también la casa de los Oviedo-Portal.

Pero la solución más sencilla y más rápida sería fabricar los depósitos en un solar que está al lado y lleva muchísimos años desocupado, dando una penosa sensación de abandono en pleno centro de Oviedo y justo enfrente de la fachada del Palacio de Velarde. Se trata, claro está, del solar que concluye en el conocido como 'martillo de Santa Ana' y en el que el anterior Ayuntamiento quería construir un improvisado museo de la ciudad. Durante mucho tiempo se pensó que era el lugar más adecuado para ampliar el Museo de Bellas Artes de Asturias, antes de que se impusieran otras ideas más o menos irreales, como la de la antigua cárcel o la que finalmente se ha llevado a cabo. El terreno es propiedad del Arzobispado y, dado que con la Iglesia hemos topado, no sería ilógico proponer que el edificio que allí se construyera, funcional, de una modernidad con sentido, sirviera también como depósito del vecino Museo de la Catedral o incluso del más lejano Museo Arqueológico, dada su centralidad. En su momento los Masaveu propusieron hacer allí la gran escuela de restauración de obra de arte que le falta al Principado, lo que no sería tampoco mala idea. Si se hiciera con las dimensiones adecuadas, se liberaría además mucho espacio para la ciudadanía, que podría disfrutar de una parcela ahora andamiada y degradada.