Pedro Rovira fue uno de los modistos de la conocida como Edad de Oro de la alta costura española que, junto a Manuel Pertegaz, Pedro Rodríguez o Carmen Mir, consiguió que sus diseños exclusivos triunfaran en el mundo y llegaran a ser un referente internacional del diseño de moda.

La muerte temprana de Rovira (Badalona, 1921- Barcelona, 1978) hizo que la memoria histórica no haya sido igual de generosa con él, uno de los "grandes olvidados", sentencia Josep Casamartina i Parassols, historiador del arte y de moda, comisario de la primera retrospectiva sobre el modisto, "Pedro Rovira: De la alta costura al prêt à porter", que mañana se inaugura en el Museo del Traje (CIPE) de Madrid.

Fallecido a los 57 años por un ataque al corazón debido al "exceso de trabajo" su firma homónima cerró un año después, lo que provocó que su trabajo y nombre fueran cayendo casi en el olvido, a pesar de que sus piezas las vistieran nombres ilustres como la entonces princesa Sofía de España.

El diseño original de ese vestido, que el creador realizó, en exclusiva, para Doña Sofía, se puede contemplar en la exposición. Una pieza confeccionada con corpiño de terciopelo negro y tela de cuadros, largo hasta los pies.

"Él era uno de los grandes de la alta costura, muy vinculado a la industria y con una obsesión muy clara: lograr que el paso de la alta costura al prêt à porter discurriera con suavidad", pero con determinación, con la mirada puesta en el "futuro", explica el también director de la Fundació Antoni de Montpalau.

Rovira, que estudió medicina, se trasladó a París en la década de los 40, donde conoció a Cristóbal Balenciaga, del que fue amigo y discípulo, hasta el punto de que el maestro de Guetaria llegó a "pasarle" detalles de su técnica, motivo por el que es fácil descubrir su influencia en los vestidos globo.

"La moda es un arte de mestizaje. Todo se parece", dice el comisario, quien apunta que Rovira sigue la misma evolución que el resto de diseñadores de la época.

Enamorado de los plisados y los volantes, un recorrido por la exposición demuestra que los bordados y los tejidos exquisitos eran su nexo en sus dos líneas de trabajo. Sus diseños "muy bien construidos, responden a patrones muy cómodos, fáciles de llegar, muy elegantes, pero con un eminente sentido práctico".

"Una confección muy bien hecha donde la artesanía estaba muy presente", explica el comisario, mientras señala un vestido de novia.

Prendas, define Casamartina, muy "versátiles" con tejidos "modernistas" y patrones muy "actuales", que en su día fueron "rompedores".

"Juega con la simetría de manera natural, de tal forma que nada le impide mantener una línea romántica en paralelo a diseños más geométricos", asegura.

Los primeros bocetos de Rovira se remontan a su adolescencia, una etapa en la que quizá nunca pensó que sus creaciones se vendieran en la Quinta Avenida de Nueva York, en Alemania o México.

"No hay una diferencia cuantitativa ni cualitativa" en el diseño de sus prendas de alta costura, a la que nunca renunció, y de prêt à porter, indica Casamartina, quien ha dividido la exposición en tres etapas: Ecos de París, con diseños de los 50; Época de cambios, los 60 y Del Ritz a la calle, con creaciones de los 70. "Etapas que se solapan y en las que no hay cortes bruscos" en el diseño.

Dibujos y bocetos, sombreros, zapatos, detalles de complementos, más de 250 piezas en total repasan la vida y obra de Pedro Rovira a partir de los fondos conservados en la colección Antoni de Montpalau y de donaciones particulares, que se podrán admirar en el Museo del Traje (CIPE) hasta el 18 de febrero de 2018.