Oviedo, Andrea G. TORRES

El tenor tinerfeño Jorge de León (1970) debutará el próximo día 7 en la Ópera de Oviedo interpretando el personaje protagonista de la ópera "Andrea Chénier". Un drama de ambientación histórica basado en la vida de este poeta francés. El éxito parece seguir a Jorge de León allá donde va. Ha cantado este mismo año por primera vez en el Metropolitan Opera House de Nueva York, en el papel de Radamés, en la ópera "Aida" de Verdi. En 2016 fue galardonado con el premio al mejor tenor dentro de los International Opera Awards-"Stella della lírica", pero su relación con la ciudad de Oviedo viene de lejos, con su temporada de teatro lírico español y con el Premio Teatro Campoamor que recibió en 2011.

- ¿Qué supone el personaje de Andrea Chénier en su carrera lírica?

-Tiene un papel muy destacado, pero realmente no es uno de los personajes que más he interpretado durante mi trayectoria profesional; títulos como "Aida", "Tosca" o "Carmen" son más habituales. "Andrea Chénier" marcó un antes y un después en mi carrera, cuando en 2010 sustituí a Marcelo Álvarez en el Teatro Real, pero la de la próxima semana en el Campoamor es tan sólo la cuarta vez que me subo al escenario para abordar este papel tan exigente, que exige al tenor estar en la plenitud de sus facultades vocales. Todos los grandes nombres de la ópera a nivel mundial han medido sus fuerzas frente a este personaje, y por eso cuando yo lo afronto lo hago con un gran respeto.

- ¿Y en el terreno interpretativo qué destacaría del poeta?

-Es un hombre fiel a sus convicciones. Él critica aquellas cosas que están bien o mal independientemente de si se oponen a los ideales revolucionarios o anclados en el Antiguo Régimen, y justamente esa transición entre dos ideologías tan enfrentadas es lo que lo convierte en alguien peligroso. Al final a él le condenan por hacer una crítica en contra de la Revolución cuando en un principio él también había simpatizado con ella. En contraposición a Maddalena, el rol que interpreta Ainhoa Arteta, que es mucho más humano, Chénier es más intelectual e idealista. La forma tan metafórica en la que se expresa, cómo se defiende en el juicio, da a entender el tipo de personaje tan elevado que tenemos enfrente.

- ¿Existen grandes diferencias entre esta producción que podrá verse en Oviedo y otras en las que usted ha participado?

-La verdad que el hecho de ser una ópera con una ambientación histórica tan marcada limita mucho su traslado a otra época, o a un contexto real o imaginario, distinto al de la Revolución Francesa en la que está ambientada. Y todo a pesar de que el tema político del que habla es de total actualidad, ya que España atraviesa un momento conflictivo con el tema de Cataluña. Esta producción que estamos ensayando es bastante fiel a lo escrito en un principio y explota el lado visual.

- Me gustaría hablar de su debut en el Metropolitan de Nueva York.

-Ha sido como alcanzar una meta, pero lo cierto es que el asunto ya venía de lejos, pero por cuestiones de agenda hubo que aplazarlo hasta este mismo año. De repente me vi en el Metropolitan ensayando "Aida", otro de los títulos que han hecho todos los grandes tenores de la historia, y con ese miedo o temor de no estar a la altura de las circunstancias. Los ensayos fueron muy pocos en una sala del teatro, nunca en el propio escenario, y el día de la función detrás del telón, ¡ni siquiera sabía como se abría! No sabía a qué altura estaría el director de la orquesta o como era el patio. En ese momento se descorre el telón y noto un vacío, como que en medio de la oscuridad que tenía delante había algo muy grande. Además en "Aida" empezaba cantando "Celeste Aida", pero una vez que la música empezó a sonar ya notas que todo va fluyendo y pasa toda esa incertidumbre inicial. Son momentos de mucho estrés y tensión, pero vendrán más proyectos junto a ellos. Nadie hubiera pensado hace veinte años que llegaría hasta aquí.

- Usted antes era policía.

-Llevo doce años de excedencia. El trabajo como policía me aseguraba el futuro, porque cuando uno empieza en el mundo del canto no sabe si va a poder vivir de ello, al igual que en otras carreras musicales. Entonces mientras trabajaba como policía yo seguía terminando mi carrera de canto en el conservatorio y adicionado para conseguir papeles, ya que mi horario era bastante flexible. Cuando el canto demostró ser una alternativa seria, y comenzaba a ganar algún concurso tuve que tomar una decisión y decidí pedir la excedencia porque cantar era mi ilusión. A pesar de ello, he de decir que el trabajo como policía local no me disgustaba porque en él tienen mucha importancia las relaciones humanas. Además, de todo se aprende y mi trabajo me servía a la hora de representar en el escenario a los personajes de las óperas. No olvidemos que Radamés es un capitán del ejército, no está demasiado alejado.

- ¿Qué sucedió cuando le premiaron en los International Opera Awards?

-Ya el mero hecho de estar nominado junto a tenores como por ejemplo Juan Diego Flórez era una suerte. Es esa satisfacción que tienes cuando ves que tu carrera la sigue gente y te premian, algo similar ocurrió con los Premios Campoamor. Suponen el apoyo que uno necesita para seguir en los momentos difíciles, cuando estamos viajando de un sitio a otro, alejados de nuestra familia y amigos. Ese tiempo que tu estás viajando por Japón, por ejemplo, está muy bien porque estás trabajando, haces lo que te gusta, pero realmente se lo robas a tu vida personal a miles de kilómetros de tus seres queridos. Entonces estos premios son los que agradecen un poco todo ese sacrificio.

- ¿Se ha enterado de la desaparición de los premios líricos del Campoamor?

-Sí Considerao que es una pena. Este tipo de iniciativas en las que se valora el trabajo artístico de este modo indican un alto nivel cultural por parte de la propia ciudad. Si la cultura te parece cara, prueba con la incultura, para que veas lo cara que sale a largo plazo. Tenemos que pensar en un tipo de turismo más inteligente, como el turismo cultural, no sólo un turismo de sidra y de buen comer, que también es necesario. Quitarlo es un paso atrás, si hay problemas económicos no se pueden suprimir las manifestaciones culturales porque si por algo se diferencia el ser humano es precisamente por su cultura. Precisamente el personaje de Andrea Chénier habla ya en su primer aria de la necesidad de tener cierto nivel de cultura.