Con una espectacular ovación concluyó ayer la ópera "Andrea Chénier" en el Teatro Campoamor, una de las grandes apuestas de la actual temporada lírica ovetense. Las claves del triunfo vienen por invertir en voces, al contar con cantantes de la talla de Jorge de León, Ainhoa Arteta y Carlos Álvarez para interpretar los tres papeles protagonistas. Ayer fueron quienes más aplausos arrancaron al público. La otra apuesta destacada de esta producción, y que junto a las voces terminó de convencer a los espectadores, fue la puesta en escena. Su director, Alfonso Romero, optó por una propuesta nada transgresora, que no se separa de la concepción del libretista Luigi Illica.

No hay en este caso un traslado temporal de la acción dramática, sino que, al contrario, se potencia el aspecto histórico de la ópera pero plasmado en la escena con una visión moderna. El resultado es notable desde el punto de vista visual porque ahonda en los detalles, pero al mismo tiempo también es funcional respecto al desarrollo del drama y ayuda a potenciarlo.

Los cuadros plásticos que se van sucediendo en el transcurso de la ópera también merecen citarse. El techo y las paredes preciosistas del salón aristocrático del primer acto se resquebrajan y rompen, experimentan en primera persona la desolación y el caos de los tres siguientes; es la caída de un orden y el ascenso de otro.

El tenor Jorge de León, que ayer debutaba en la Ópera de Oviedo, en el papel protagonista del poeta revolucionario, fue del agrado del público. Se nota que tiene sobrado conocimiento del personaje de Andrea Chénier, y de ahí su naturalidad en escena, muy creíble. La escena también ayuda en este caso a los cantantes a meterse en el papel. Vocalmente, sus arias "Un dì all' azzurro spazio" y "Come un bel dì di maggio" dejaron constancia de su potencia sonora, muy necesaria para los papeles veristas que aborda, y éste en particular. Su color vocal bello y con cuerpo, cumple con las exigencias de "spinto", en el empuje y el modo de abordar el registro agudo.

La Maddalena de Ainhoa Arteta destacó por su vena emocional, especialmente potenciada en los actos tercero y cuarto. Su complicidad con Jorge de León y Carlos Álvarez queda patente en los distintos duos que mantiene con ambos en el transcurso de la ópera; un trabajo muy creíble, una vez más. Su personaje crece en dramatismo con ella, su desarrollo es una de las grandes bazas de este papel, y la entrega por parte de la soprano es total, sin reserva alguna. En el terreno vocal, también Arteta resultó arrolladora. Convenció a los asistentes, muy conmovidos especialmente tras su intervención en el esperado aria de "La Mamma morta". La de ayer fue la primera vez que Arteta subía a un escenario para dar vida al personaje de Maddalena.

El personaje de Carlo Gérard es sin lugar a dudas el que más cambios de personalidad experimenta a lo largo de la obra. Anhelo, envidia, pasión piedad, ternura, son sólo algunos de los sentimientos que experimenta, y el barítono Carlos Álvarez, a pesar de actuar resfriado, supo expresarlos todos. También en el caso de Álvarez hay un gran dominio del personaje. Contar con Álvarez siempre es una apuesta segura, y ayer dejó constancia que se encuentra en un muy buen momento vocal con su ya conocido timbre oscuro, de una belleza única y su fraseo a la hora de cantar.

Gianluca Marcinò, al frente de la Oviedo Filarmonía, ha mediado entre el foso y la escena, cuidando los balances y el fraseo. El coro de la Ópera de Oviedo, que tenía asimismo un papel destacado, cumplieron con lo exigido por Giordano en esta partitura.