La jornada que protagonizó en Oviedo el pianista y director de orquesta de origen argentino Daniel Barenboim será un recuerdo que permanecerá en la memoria de todos los aficionados a la música.

El primer concierto de este 2018 de las Jornadas de Piano Luis G. Iberni, que patrocina LA NUEVA ESPAÑA, arrancaba con uno de los más grandes pianistas del siglo XX. Sobre el escenario aguardaban el piano Steinway & Sons y los cincuenta estudiantes de Música que tuvieron el privilegio de acompañar al maestro desde el escenario. Cuando salió a escena, el público le dedicó una sonora ovación que se tornó en entusiasmo al término de su actuación, con un público entregado y en pie.

El dominio de las cuestiones técnicas del piano con el que cuenta Barenboim es sobradamente conocido dada su dilatada carrera, pero el programa que interpretó ayer iba más allá; apeló a a expresividad a través de la recreación de imágenes y paisajes idílicos. Utilizó el piano de Claude Debussy, con el primer libro de "Preludios para piano", "Estampas", sus dos arabescas y "La isla alegre", para enfatizar en el color sonoro del instrumento. Cada motivo parecía tener su propio color y Barenboim ponía un empeño especial en que cada nota sonara de un modo diferente.

Su madurez quedó plasmada ayer en su impecable ejecución de las obras de Debussy, en una versión que demuestra la claridad de ideas y una gran diversidad de recursos musicales con los que aporta su versión más personal a esta música de Debussy.

Una música que por otro lado tiene la particularidad de ser muy delicada e íntima, tanto a la hora de interpretarla como de escucharla. Por desgracia, y a pesar de las advertencias previas que se hicieron, en la sala había un ruido insoportable que hacía imposible oír los pequeños detalles que Barenboim se empeñaba en enfatizar. Asimismo, toda la atmósfera bucólica que va implícita en "Los preludios para piano" quedaba interrumpida por las toses más inoportunas. Algo que incomodó enormemente al maestro, que incluso se quejó al respecto. El incidente no influyó en que el pianista y director ofreciera como propina al término del recital dos de las "Piezas fantásticas" de Robert Schumann, tras las que el Auditorio le despidió en pie.

Tras la actuación, Barenboim descubrió acompañado del concejal de Cultura, Roberto Sánchez Ramos, "Rivi", una placa que el Ayuntamiento le dedicó para conmemorar su primera actuación como pianista en Oviedo.