"La peste" se debe extender. Entiéndase bien: no la asquerosa enfermedad que en su día asoló la ciudad de Sevilla -y otras tantas por todo el continente-, sino la serie producida por Movistar, bajo la magistral batuta de Alberto Rodríguez y un guion trepidante, pleno de detalles, a cargo de Rafael Cobos. La fórmula ha funcionado: el exitoso tándem Rodríguez-Cobos conjugado con la decisión del gigante español de las telecomunicaciones de aflojar la pasta. Diez millones de euros, seis capítulos. El resultado: una temporada para el recuerdo y un hito en la producción televisiva española.

Así que sí. Que "La peste" se extienda. Por fortuna, Cobos ya anunció que estaba escribiendo capítulos para una segunda temporada. ¡Qué bendición que "La peste" continúe! Y, ojalá, esta enfermedad se contagie a los productores televisivos patrios.

¿Qué tiene que envidiar la superproducción de Movistar a otras series extranjeras? Nada o casi nada. Con una ambientación brillante se logra una recreación detallada de la Sevilla del siglo XVI: desde los palacios de ricos comerciantes hasta el chabolismo más miserable. El contraste es impactante. La serie logra sumergir hasta tal punto al espectador que no puede dejar indiferente ni al mayor de los insensibles. Sí, todo eso -o algo parecido- ocurría hace unos siglos en este mismo país.

Aunque es importante matizar que se trata de una serie de ficción: está documentada para su ambientación, pero Cobos y Rodríguez se han sacado de la manga una trepidante trama de asesinatos. De igual forma, la peste sí asoló Sevilla, pero la serie mueve el triste episodio un siglo atrás para hacerlo coincidir con la época de mayor esplendor comercial de la ciudad, con su puerto como base de operaciones para el comercio con América.

Así, consigue trasladar con mayor clarividencia uno de sus principales mensajes: la crueldad del contraste entre una minoritaria clase emprendedora bañada en oro y una gran muchedumbre en la miseria más absoluta, viviendo entre las mismas ratas que llevan la peste a sus casas y entre montañas de cadáveres. Todo maridado en una sociedad donde prima casi exclusivamente la supervivencia individual: el pillaje más salvaje -incluido entre los niños- de las clases pobres, que en las clases altas se torna en sobornos, traiciones y corrupción.

Era una ciudad alegre y emprendedora, pero con el corazón oscuro. Sevilla no tenía un color especial, sino más bien negro. El de la mugre de miles de sus habitantes, el de la esclavitud que se practicaba dentro de sus muros o el de la prostitución en cualquier sucio rincón. Todo ello aparece reflejado, como un rayo que fulmina al espectador, en los seis capítulos de "La Peste". Y se representa, en muchas ocasiones, con planos en la penumbra o a la luz de una vela o una antorcha: tremendo mérito del equipo técnico.

La producción de Movistar no se queda corta en detalles. ¿Demasiado explícita? Eso queda a juicio de cada cual, pero resulta tan explícita como la sociedad de la época: cadáveres "apestados" apilados en la calle, ratas por doquier, fornicio en cualquier esquina... Así se (sobre)vivía entonces y así los muestran Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, cuyo otro gran mérito es montar una trama de asesinatos en las altas esferas de la sociedad sevillana en la que mejor no entrar en detalle, pues su intriga merece la pena ser vivida de forma íntegra, sin preconcepciones.

Los protagonistas están a la altura de la aventura costeada por Movistar. Pablo Molinero y Sergio Castellanos, el dúo de actores en torno al que gira la historia, pasan la prueba con nota. Y la cara más conocida, la de Paco León, sorprende por su desenvoltura fuera de la comedia. ¿Quién dijo que estuviera encasillado en el humor? El personaje de rico y pintoresco comerciante, con pendiente en la oreja y loro en un hombro, le viene como anillo al dedo. Sin olvidarse de la rica viuda que lucha por abrir camino a las mujeres (Patricia López Arnaiz) o del astuto jerarca eclesiástico (Manolo Solo).

"La peste" mata al espectador de ilusión. De ilusión por ver las cotas que puede alcanzar la producción de series en España, de ilusión por una línea que puede marcar Movistar creando superproductos perfectamente exportables. Ojala sea así. Ojalá "La peste" se expanda.