"Las caídas de Bilbao y Asturias fueron un gran golpe moral, además de militar, para Indalecio Prieto, y estuvo a punto de dimitir en varias ocasiones por este motivo". Ésta fue una de las muchas afirmaciones que se dejaron caer sobre la mesa de la madrileña librería "Marcial Pons" durante la presentación del libro "Indalecio Prieto en la Guerra Civil", obra del historiador asturiano Octavio Cabezas sobre la trayectoria del socialista ovetense-bilbaíno durante el conflicto armado.

Además de Cabezas, ocuparon un puesto en la mesa el exlehendakari socialista Patxi López, el historiador Juan Pablo Fusi, la subdirectora de publicaciones del Ministerio de Defensa -Prieto fue el primer ministro que dirigió este ministerio-, Margarita García, y el presidente de la Fundación Indalecio Prieto, el también asturiano Alonso Puerta.

A través de sus casi mil páginas, Cabezas indaga en un período no muy conocido de Prieto, ya que se han estudiado más su labor durante la República y la de la posguerra, cuando rehizo el PSOE desde el exilio.

Así, según Cabezas, Indalecio Prieto -o don Inda, como le llamaban entonces- fue el único político republicano que trató de tomar decisiones durante los primeros meses de conflicto, mientras el resto de gabinete se vio superado por los acontecimientos y el desorden y fueron incapaces de dar respuestas prácticas a la sublevación militar. Peros sus intentos de crear un ejército profesional, comprar armas en París, poner en marcha la industria militar o reorganizar la Armada y la Aviación cayeron en muchas ocasiones en saco roto por las divisiones internas de la República. Así, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluis Companys, boicoteó sus intentos de centralizar la producción armamentística catalana "sin la intermediación de la Generalitat" y también, se topó con la oposición radical del Partido Comunista de que crear un ejército profesional ajeno a los partidos políticos.

Estos contratiempos agudizaron el natural pesimismo de Prieto, aunque, según Cabezas, "no era pesimismo, sino realismo, ya que advirtió paulatinamente que la Republica iba a acabar siendo derrotada". Tuvo que asumir decisiones que no compartía, como la práctica renuncia del general Rojo de mantener abierto el frente del Norte, desde Vizcaya a Asturias, "pero tuvo que someterse aunque no estaba de acuerdo". Las maniobras de distracción de Rojo en Brunete y Belchite, en lugar de un apoyo militar directo, no aliviaron al norte de la presión del ejército franquista y acabó hundiéndose. "Prieto incluso presumía de ser pesimista, pero no era derrotista", concluyó Octavio Cabezas. "Actuaba sin creer en lo que hacía y tras la caída del Norte vio que las posibilidades de Franco de ganar la guerra eran inmensas porque conocía la situación exacta de todos los frentes". Patxi López, el único político en activo en la mesa, afirmó que "los políticos no pueden exteriorizar el pesimismo. El realismo se lo tiene que guardar muchas veces para las reuniones de puertas adentro". Para Fusi, "Indalecio Prieto fue, junto a Manuel Azaña, la encarnación de la República por encima de otros políticos". El historiador coincidió con Cabezas en calificar de "catastróficos" los primeros meses de la guerra en el lado republicano, que sólo tuvo en Prieto un responsable proactivo frente al golpe militar y que en todo momento "mostró lucidez, entrega y pasión por España".