¿Quién mató a Eliane Herzberg? Responder a esta pregunta se está convirtiendo ya en un quebradero de cabeza para buena parte de las compañías que están experimentando con la conducción autónoma, una de las tecnologías que van a revolucionar nuestras vidas más pronto que tarde. Eliane, madre de dos hijos, de 49 años de edad, se convirtió el pasado domingo a las diez de la noche en el primer peatón de la historia muerto en atropello por un coche autónomo. Ocurrió cuando la mujer caminaba con su bicicleta por la acera en Tempe, Arizona, en la intersección entre Mill Avenue y Curry Road. Cruza en una zona poco iluminada, sin paso de cebra y en ese momento, es arrollada por un Volvo que circula a 65 kilómetros por hora y equipado con un sistema de conducción autónoma de Uber. El coche iba ocupado por un humano, el ingeniero de pruebas Rafael Vasquez, de 44 años, que hasta ese momento confiaba ciegamente en su piloto automático y que no llegó a tiempo a tomar el control. ¿La culpa fue de los sensores que guiaban al vehículo? ¿Mató la máquina a Eliane?

Por el momento, está abierta la investigación y aún no hay conclusiones, pero sí consecuencias. Uber ha suspendido temporalmente la circulación de sus coches autónomos presentes en cuatro ciudades estadounidenses. Lo mismo ha hecho Toyota, aunque otros como Ford aseguran que no tienen previsto suspender sus ensayos con la misma tecnología. La asociación de consumidores estadounidense Consumer Watchdog ha pedido una moratoria nacional en las pruebas de vehículos sin conductor y ya hay voces que piden al Concreso, que está elaborando la Ley "AV START", la primera regulación de estos vehículos, que establezca las salvaguardas necesarias para evitar estas situaciones. Si la culpa fue de la máquina, el efecto puede ser letal y destruir la confianza del usuario en este nuevo desarrollo tecnológico. Sin embargo, como cree Gill Pratt, cuya opinión recoge la revista "Quartz", quizá debamos asumir que también los coches-máquina nos van a costar vidas. Es decir, que en el futuro, los errores al volante no sólo serán cosa de los humanos.

Nuestro cálculo moral con los coches autónomos, según el razonamiento de Pratt, tiene que ser éste. En EE UU mueren 30.000 personas al año en accidente de tráfico, unas 100 al día. La introducción de la conducción autónoma, subraya el experto de Toyota, reducirá drásticamente esta cifra "pero algunas veces, cuando esa tecnología esté al cargo, aún se producirá algún accidente. ¿Cómo verá la gente los accidentes ocasionales que ocurren? Pues lo que tenemos que hacer es que la sociedad comprenda que, a pesar de que las estadísticas generales (de muertes en carretera) están mejorando enormemente, todavía hay ocasiones en que la máquina tendrá la culpa, y de alguna manera tenemos que aceptar eso. Porque si dejamos de usar el nuevo software, no obtendremos el beneficio de esta drástica reducción de muertes".