Escritor y comandante de línea aérea, Francisco Narla (Lugo, 1978) se ha convertido en una referencia de la novela histórica en España. Va de éxito en éxito. El pasado febrero ganaba el primer premio de Edhasa con "Laín. El bastardo", ambientada en el siglo XIII. Una novela que presentará hoy en la gijonesa La Buena Letra (19.00 horas) y de la que mañana firmará ejemplares en la Casa del Libro (19.00 horas), en Oviedo.

- La obra arranca en su territorio, en Galicia...

-Mi tierra está siempre presente en mis novelas. Soy lo que soy por ese entorno: la tradición oral, la magia... ¡Nadie me puede entender mejor que un asturiano! Sin el cuélebre o la santa compaña no seríamos lo que somos. La gran mayoría de las novelas de Stephen King están localizadas en su Estado, en Maine, y a nadie le extraña. En "Laín" el narrador principal es Martín Códax, el trovador. Nace de un estudio de la lírica galaico-portuguesa; soy un cazador de historias. Pues bien, me encontré que Martín Códax, cuyas cantigas han sido tocadas por cualquier orquesta imaginable, no tiene biografía. Ahí había una historia fantástica. A través del estudio del siglo XIII descubrí que hubo gentes de España en las cruzadas: nobles gallegos, asturianos o cántabros. Así que opté por contar el gran objetivo de la vida de Martín Códax: convertirse en un trovador de gesta, que era la gran figura, como los autores del "Cantar de mio Cid" o "La chanson de Roland".

-En "Assur" habla de un joven gallego y de vikingos, en "Rônin" de samuráis en la España del siglo XVII y "Donde aúllan las colinas" de lobos y legionarios de Julio César. ¿Qué debe tener un asunto para que acabe en una novela?

-¿Qué tiene que tener una mujer para que te acabe enamorando? Me gusta descubrir al lector aquello que cree conocer, pero que no conoce tanto. Por ejemplo: ¿cuánta gente sabe que los vikingos atacaron Compostela o Asturias e intentaron conquistar Oviedo y Lugo? ¿Cómo surgió Rônin? Paseando por Coria del Río me topé con la estatua de un samurái. Descubrí el origen de ese apellido Japón Sevilla, que llevó un árbitro famoso. Me dije: "Tengo que contar esta historia".

-Lo cierto es que, como materia narrativa, le interesa más el pasado lejano que el reciente.

-Sí y no. La verdad es que no suelo pelear batallas que voy a perder. Tuve éxito con "Assur", que estuvo a punto de convertirse en una serie de televisión; con "Laín" gano premios y ya he firmado un contrato de traducción para China, distribución en Latinoamérica, una tercera edición en marcha... Parece que los lectores están a gusto con este tipo de novela histórica, y yo encantado.

-¿Se siente cómodo con las claves de la novela de género?

-Sin ningún problema. Como responderían Eslava Galán, Pérez-Reverte o cualquier otro, el género conlleva una discusión asociada. Creo que "Laín" es más una novela de aventuras con trasfondo histórico, lo más riguroso posible. No tengo problema, sin embargo, con que se le ponga la etiqueta de novela histórica.

-Pero ¿no siente su escritura encorsetada por la necesarias marcas que fija el género?

-En absoluto. La novela histórica te permite, quizás, más libertad que otro tipo de géneros. Un ejemplo: "El nombre de la rosa" es en el fondo una novela de misterio, como las de Conan Doyle o Agatha Christie, pero se considera también histórica por el marco de la trama; "El médico", de Noah Gordon, es una obra de aventura, como "Laín", pero está etiquetada también como histórica. Quiero decir que la novela histórica te permite tratar cualquier tema si el trasfondo es riguroso.

-¿A qué escritores admira?

-Soy un lector voraz. Los clásicos, claro. Hay que tener la humildad de leer a todo el mundo. Cervantes y Lope de Vega son referentes indiscutibles. Pérez Galdós me sigue admirando: la simplicidad con la que logra contar de manera entretenida, en los "Episodios nacionales", la historia de España. Aunque la crítica no lo trata con cariño, Stephen King está entre mis admirados.

-He leído que Saint-Exupéry ha sido uno de sus modelos.

-Es el responsable de que me dedique a pilotar aviones y a escribir. Disfruté de niño con sus libros: con "El principito", claro, pero especialmente con "Vuelo nocturno". Ha sido alguien que está detrás de mis dos vocaciones y alguien en quien reflejarme. Cuando me preguntan cómo compagino ser piloto y escritor, respondo como él: ¿Acaso no es lo mismo?

-Dos vocaciones bien avenidas...

-Sí. El trabajo es el trabajo, aunque cuando te levantas tres días seguidos para hacer el puente aéreo ya no te parece tan romántico volar. Pasa lo mismo con la escritura y los plazos de entrega. La realidad no llega a estropear nunca, in embargo, esas dos vocaciones mías: la literatura y volar. Los libros van muy bien pero tengo que pagar facturas.