Una variedad de hormiga cortadora recurre a una bacteria como ayuda para la geolocalización, y saber qué camino debe tomar para retornar a su hormiguero.

Investigadores de la Universidad de São Paulo (USP) han descubierto que una bacteria presente en la microbiota asociada a la hormiga Atta sexdens rubropilosa es capaz de producir las mismas pirazinas que el insecto utiliza para demarcar su camino hasta el nido. Este hallazgo se dio a conocer en un artículo publicado en la revista Scientific Reports.

"Observamos ese fenómeno en más de una colonia de cortadoras, y esto planteó algo muy interesante: *la bacteria Serratia marcescens produce la feromona de pista para las hormigas, o aporta a ese proceso de alguna forma? Es algo que pretendemos investigar", dijo Mônica Tallarico Pupo, docente de la Facultad de Ciencias Farmacéuticas de Ribeirão Preto (FCFRP-USP) y coordinadora de la investigación.

El estudio se orientó hacia la ecología química, en la cual se procura comprender la relación de dependencia existente entre los insectos sociales y sus microorganismos simbiontes (aquéllos que viven en simbiosis, una interacción larga y en general beneficios entre dos organismos).

La bacteria productora de pirazinas se descubrió por casualidad cuando los científicos buscaban microorganismos capaces de proteger el hormiguero contra hongos parásitos.

"Las hojas que las hormigas cortadoras transportan hasta el nido sirven efectivamente como sustrato para cultivar hongos de la especie Leucoagaricus gongylophorous que usan como alimento. Pero este sistema es susceptible a infecciones", explicó la investigadora.

"En algunos casos, crece sobre la fuente de alimento otra especie patogénica, que puede comprometer la viabilidad del hormiguero. Las bacterias simbiontes producen compuestos capaces de matar al hongo parásito sin perjudicar la fuente de alimento. Nosotros estábamos buscando esos compuestos", añadió.

Durante los experimentos, el equipo se percató de que cuando la especie bacteriana Serratia marcescens era cultivada in vitro liberaba un fuerte aroma, muy similar al de los hormigueros mantenidos en laboratorio.

"Decidimos investigar los compuestos volátiles producidos por esa bacteria y descubrimos a las pirazinas, entre ellas una molécula nunca antes descrita en la literatura científica", dijo Tallarico Pupo.

Los investigadores emplearon una especie de fibra capaz de absorber los compuestos aromáticos de la placa de cultivo. Este material fue analizado posteriormente mediante cromatografía de gases asociada a la espectrometría de masas.

"En las glándulas de veneno de las hormigas estaban presentes tanto las pirazinas como la bacteria. No sabemos a ciencia cierta si existe una síntesis compartida o si el microorganismo produce los compuestos aromáticos y el insecto únicamente los almacena en sus glándulas. En estudios futuros, pretendemos poner a prueba técnicas tendientes a remover esa bacteria de la hormiga, a los efectos de observar si siguen produciendo los compuestos", explicó Tallarico Pupo.

El cultivo de hongos en el interior del nido -ya sea con fines de nutrición o de defensa- parece ser una práctica bastante común entre los insectos sociales.

"Sabemos que los insectos no son capaces de sintetizar sus propias hormonas. Necesitan adquirir sustancias precursoras a través de la alimentación. Nuestra hipótesis indicaba que el hongo suministraría un precursor de la hormona de la muda, necesaria para que la abeja complete su metamorfosis", dijo Tallarico Pupo.