Jorge Martínez regresó ayer al caserón de San Francisco. El mismo edificio que le conoció como estudiante de Derecho, en el que un profesor de Civil le vaticinó que sería un buen abogado y él decidió dejar las clases, le recibió como conferenciante del ciclo "La memoria de las canciones". Se trataba de que el líder de "Ilegales", en conversación con el músico asturiano Héctor Tuya, desvelara algunas claves sobre el proceso creativo. Descreído, desmitificador y burlón, Martínez ofreció algunas claves de su carrera, profundizó en algunos aspectos de su producción discográfica y defendió la vigencia de un repertorio nacido a finales de los setenta: "'Tiempos nuevos, tiempos salvajes'", respondió a una pregunta del público, "no ha envejecido bien ni mal, simplemente no ha envejecido. Soy como 'El retrato de Dorian Gray" al revés. El que envejezco soy yo, pero mis canciones, no".

Eso fue en la recta final del acto, cuando Jorge Martínez insistió en la necesidad de no estar conforme, de desbarrar siempre para mantener en un canon ancho la libertad de expresión. Y lo suscribió con un grito contra la ley mordaza por cuatro: "¡Rebelión, rebelión, rebelión, rebelión!".

Antes, Héctor Tuya, a pesar de la complicidad que le une al cantante de "Ilegales", había pasado apuros por mantener la charla en el objeto de la composición de canciones sin que Martínez se entretuviera en otros derroteros. Pero el "Ilegal" se portó.

Negó, en primer lugar, el término de "creador". "Hace muchos millones de años que no existe creación alguna", reflexionó, "y lo que se hace es tomar de la tradición, juntar, cambiar, hacer un collage...". Cosa distinta, es la posibilidad de "cazar canciones". "Para eso", contó, "hace falta algo que nos cortan en los primeros años de nuestra niñez con un cuchillo que se llama educación. Imaginar es imprescindible, saber es necesario. Y de la niñez sólo algunos bichos raros conseguimos salir con las alas no demasiado manchadas de mierda".

A la educación represora Jorge Ilegal opuso el concepto de transmisión del conocimiento y relevo generacional. En la generación anterior a la de él, "los que tenían guitarra eléctrica eran unos pijos que no sólo no te enseñaban nada, sino que se daban la vuelta cuando tocaban para que no les vieras. Yo no he hecho eso, yo he tratado de ayudar a las nuevas generaciones, eso es el hecho cultural".

También llegó al hecho compositivo mismo: "Empiezo las canciones como los dibujos, por cualquier sitio, no tengo ningún orden. Eso también es necesario". Y ahí introdujo una variante del "que la inspiración te pille trabajando". "Eso es mentira, lo que tienes es que ser muy diligente, y si de repente te despiertas de un sueño de madrugada con una idea, tienes que apuntarla al momento".

También se habló de cuestiones estilísticas, y Tuya le hizo ver cómo había abordado muchos géneros a lo largo de su discografía. "Sí", admitió, "apropiarse de los moldes distintos a los de uno es bueno. Eso no tiene nada que ver con el mestizaje, que me resulta repulsivo. Como eso que llaman ahora flamenquito.... Cómo odio a esa gente". O puede que no tanto. Porque, como dijo después, cuando le preguntaron por el amor, "sí, he estado enamorado y el amor me ha marcado. El odio no. El odio marca menos. El odio es una puta mierda".