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La ilustradora Rebeca Menéndez, en el Antiguo Instituto de Gijón.ARTURO FERNÁNDEZ

REBECA MENÉNDEZ | Ilustradora

"Desde que cumplí 40 mi debate es qué quiero hacer: enseñar me gusta, crear me hace feliz"

"La trampa es que a las mujeres se nos requiere servir para todo y ser muy buenas madres, hijas, parejas, amigas y trabajadoras"

Rebeca Menéndez (Avilés, 1976) es una creadora de imágenes que ha hecho su obra en la pintura y la fotografía. Lo último son las 28 ilustraciones para la reciente edición de "Nosotros, los Rivero", la novela con la que la ovetense Dolores Medio ganó el premio "Nadal" en 1952.

-Estoy pasando una fase difícil porque sufrí un atropello en Avilés el 1 de diciembre. Aparte de las lesiones y de un reposo que no me gusta porque es obligado, te queda una sensación de vulnerabilidad y de que el azar puede jugar en tu contra en un momento.

-¿En qué momento estaba?

-En un tránsito. Salía de las ilustraciones y volvía a dar clase de Diseño Gráfico en la Escuela de Arte de Avilés, donde soy interina desde hace 9 años.

-¿Le gusta la docencia?

-Sí. Soy de otra generación respecto a mis alumnos y son una buena influencia de cómo entienden la imagen.

-¿Aprende de ellos?

-Tienen la vitalidad de los 18 años y vocaciones fuertes. La contraparte es que enseño lo que me encantaría hacer y no puedo. Son 5 horas de clase, más su preparación y los desplazamientos.

-¿Cómo está usted al salir de un proyecto?

-En las fases finales surgen las mayores dificultades y matices y sólo veo el fallo. Me gusta controlar las cosas y me lleva mucho tiempo porque soy maniática.

-O sea, insegura.

-Sí. Me cuesta arrancar. No conocía la novela ni a la autora y siempre he creado imágenes ideadas por mí. Ella describe todo y yo quería dibujar algo que la hubiera sorprendido y satisfecho.

Es hija única...

-Me gustaría haber tenido hermanos.

... de dos pravianos: un trabajador de Cristalería Española y de un ama de casa...

-... que me tuvo a los 17 años y es capaz de hace todo. Las mujeres de mi familia me inspiraron mucho y me pusieron a prueba cuando dije que quería hacer Bellas Artes y ser artista.

-¿Antecedentes familiares?

-Mi tío materno Aquilino es muy creativo: hizo escaparatismo y ahora hace stands. Su habitación, sus cómics, sus libros y verlo hacer lo que diseñaba me enseñó que la creatividad puede ser una profesión.

Fue una niña con lápiz y papel -su abuela tenía una papelería en Pravia- que copiaba ilustraciones y no había chiquilla en toda la tarde.

-No era una buena estudiante porque hice el Bachiller por Ciencias y para los profesores, salvo los de Literatura y Filosofía, las letras eran una pérdida de tiempo. En segundo de BUP quise morir. El éxito en la enseñanza debería ser que se ayudara al alumno a saber cuáles son sus virtudes y su vocación.

-¿Cuándo supo la suya?

-Pronto. Sentía gran atracción por el arte, el cine, la imagen. En la Historia del Arte de tercero de BUP saqué una notaza y disfruté porque me puso en orden cronológico la pintura y la escultura.

-¿En casa la apoyaron?

-Mi madre me dio todas las facilidades, pero no quiso llevarme con un profesor para que no me influyeran. Entiendo su criterio, pero habría aprendido técnica.

-Bellas Artes en Pontevedra.

-No pude entrar en la Escuela de Oviedo por baremo: era hija única y había muchas solicitudes.

-¿Cómo le fue en la carrera?

-Me sentí con los míos, pero tengo gustos clásicos y aprecio el relato en el arte. Me rendí ante Velázquez en el Prado y me fascinó el duelo a garrotazos de Goya. Al principio estaba muy desubicada porque el profesorado era muy joven y de gusto conceptual.

-¿Todo era arte contemporáneo?

-Llegué a Pollock y pensé: "No entiendo nada". Luego, entendí el concepto de "menos es más" hasta llegar a que no se pueda quitar nada sin que la obra se resienta. En Rothko sólo veía manchas y líneas hasta que descubrí que había paisajes. La abstracción me enseñó algo que aplico en el realismo. Pero di con profesores con un concepto muy acotado de la creatividad y del arte. Quien más me ayudó fue el crítico de arte Alberto Ruiz de Samaniego, porque me ayudaba a pensar y aplicar "¿y por qué?". Me hizo fijarme en Balthus.

-Usted retrató a su prima Gloria en una serie sobre la niñez y la pubertad. ¿Se ha quedado sin tema o sin modelo?

-Ahora tiene 19 años y estudia cine en Madrid. Me he quedado sin tiempo para pintar. Desde que cumplí los 40 años mi debate es qué quiero hacer realmente: la enseñanza me gusta y me aporta, pero me hace más feliz crear.

-Crea imágenes con grandes casas, interiores, ropa antigua, primores femeninos muy burgueses.

-Creo en la memoria y en los objetos con memoria. Lo que dice es verdad, pero todo es falso. Son espacios abandonados, roídos por el tiempo, es un mundo en tensión y vulnerable y parece que, si mueves algo, todo se cae. Define perfectamente lo que soy.

-¿Qué es usted?

-Eso forma parte de mi investigación. Soy una persona con sus inseguridades y debilidades y también con necesidad de mostrar que controlo mi entorno y mi realidad, lo que es imposible.

-Está en un momento de decisión.

-Sí. Anunciaron oposiciones de Dibujo para Secundaria y las retiraron. Todos daban por sentado que me presentaría menos yo. Al tiempo, cada año firmo mi contrato y nadie me obliga a hacerlo. Quiero hacerlo todo y me doy cuenta de que todo no lo puedo hacer. Cada vez soy más exigente con lo que hago y eso implica invertir más tiempo.

-¿Ya sabe lo que quiere?

-Sí, pero necesito demostrármelo a mí en este momento en que estoy en mitad de mi vida, si hay suerte. No tengo la meta de ser madre, pero ahora estoy enamorada.

-¿De quién?

-De Javier Otero, diseñador gráfico que cantaba en "Los Mancos". Nunca antes me inspiró nadie el deseo de ser madre y ahora viene dado, pero tengo 42 años.

-¿Cómo se ve?

-Muy terca y con un orgullo absurdo que me bloquea. Soy peleona, pasional, me emociono mucho cuando algo me gusta.

-¿Y esto de ser mujer hoy?

-Me parece una trampa. A las mujeres nos requieren que tenemos que servir mucho para todo y ser muy buenas madres, muy buenas hijas, muy buenas parejas, muy buenas trabajadoras, muy buenas amigas y encima tenemos que estar guapas.

-¿Quién lo exige?

-Está en el entorno y en esas mujeres que admiras, valientes, multidisciplinares, multifuncionales y encima las ves felices y guapas. ¿Por qué yo no? No soy ejemplo de nada. Lo que intento es ser feliz.

-¿Y cómo se defiende de esa trampa?

-Siendo un poco egoísta. Me quiero complacer y para que mi entorno sea feliz yo tengo que ser feliz. He dejado de darle importancia a cosas que entiendo como frívolas y estándar.

-¿Qué tal se arregla en Asturias para su trabajo?

-Me siento de Gijón, donde vivo desde hace 19 años. Era referencia en conciertos, exposiciones y actividades y ahora necesita fuerza, ganas y desempolvar. La crisis recortó en cultura en Gijón y en el Principado. Trabajaba con la galería Espacio Líquido y la crisis les cogió de lleno porque no está en las necesidades básicas de la gente.

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