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El genio de la sala 21

El Bellas Artes de Asturias potencia sus extraordinarios fondos de Aurelio Suárez con un catálogo razonado con todas las claves sobre una de las obras más originales del arte asturiano del siglo XX

Una de las obras que se dan a conocer en el nuevo catálogo razonado del Museo de Bellas Artes. Se trata de un dibujo infantil de Gonzalo Suárez sobre el que luego intervino su padre Aurelio. MUSEO DE BELLAS ARTES DE ASTURIAS

Aurelio Suárez (Gijón 1910-2003), el "pintor isla", el artista de pintaba pensamientos, según propia confesión, es "uno de los pocos" creadores relevantes del arte asturiano del siglo XX que "ha conseguido ir adquiriendo un prestigio y una proyección más allá de nuestras fronteras".

Así da cuenta de la relevancia que empieza a tener la enigmática obra aureliana, el director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio. Lo escribe en el catálogo razonado que la pinacoteca asturiana acaba de publicar sobre los fondos que posee de este artista asturiano cuyo mundo es, a la vez, enigma y explosión de imaginación.

El Bellas Artes de Asturias acoge -tal y como subraya Palacio en este catálogo cuya autoría comparte con Gonzalo Suárez, hijo del pintor- la colección más importante "tanto por calidad como por cantidad" que puede contemplarse de este artista en una institución pública. En concreto, en la sala número 21 del museo.

Están en propiedad de la pinacoteca asturiana ocho óleos, ocho gouaches, tres bocetos, un cuaderno con doce dibujos y un plato decorado por Aurelio Suárez. Además hay un lienzo depositado por el Ayuntamiento de Oviedo. También en depósito, en este caso efectuado por el hijo del pintor, hay un lienzo más y dos gouaches. El año pasado se incorporó a este sobresaliente fondo aureliano la donación hecha por la familia de toda la biblioteca del pintor, su colección de postales (unas 50.000 de las más variadas temáticas y procedencias) junto a una gran cantidad de apuntes, objetos y materiales del artista. Palacio afirma que con estos fondos el Bellas Artes se ha convertido en "un auténtico contenedor de la mejor obra y de la memoria de este prolífico pintor, que escribió una de las páginas más singulares y reconcentradas del arte contemporáneo de nuestra región".

Ahora, la publicación del catálogo científico viene a completar, poner orden y redondear la importancia que la obra aureliana tiene dentro de la colección artística asturiana. El catálogo, minucioso y cuidado, puede leerse como la mejor guía para tratar de comprender una obra que activa la retina pero, sobre todo, el engranaje cerebral del espectador. Eso era lo que pretendía Aurelio Suárez, quien definía así su oficio: "Pintar no es copiar la naturaleza, es representar gráficamente lo que imagina nuestro cerebro". Probablemente nunca podrá agotarse el examen analítico de la obra de un pintor vuelto sobre sí mismo, pero en los textos que Palacio firma en el catálogo se aportan las claves para iniciar la exploración del universo aureliano, donde el tiempo adquiere una cronología propia y el espacio es, sobre todo, un espacio mental. Una de esas claves que aporta el director del Bellas Artes es cómo la etapa que Aurelio Suárez vivió en Madrid a finales de los años 20 -donde el artista entró en contacto con la renovación pictórica que traía el surrealismo, el realismo mágico, el postcubismo o la pintura metafísica- fue el momento en que aquel joven gijonés, "que siempre presumió de autodidacta", emergió "para la historia del arte como un creador precozmente dominador de todos sus recursos, tempranamente poseedor de un estilo propio, así como alumbrador, desde los primeros instantes, de un mundo original sobre el que siguió profundizando, en vez de avanzando, y a modo de prospecciones en vertical, el resto de su vida".

El genio de la sala 21 del Bellas Artes se movió, tal y como enumera Alfonso Palacio, entre la fusión entre lo real y lo imaginario, en una constante plasmación de seres y objetos "de funcionamiento simbólico", y fascinado por "lo cotidiano maravilloso y misterioso, o por lo directamente extraordinario". Siempre con el pincel conectado a la cabeza. Así lo confesaba en abril de 1959: "En esta pintura todo es cerebral, pintado. Todo va exactamente dispuesto. No hay casualidades. El menor detalle obedece a un motivo determinado".

La lectura del catálogo razonado no resuelve por completo el enigma aureliano -no puede hacerlo- pero fija las coordinadas para navegar por ese mundo insólito.

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