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Libros

Nuestros hijos tienen sus propios sueños

El poleso Daniel García Granda construye, en el poema infantil Amorina motosierra, una crítica a la excesiva carga de actividades extraescolares

Nuestros hijos tienen sus propios sueños

La contracubierta del libro que nos ocupa nos da pistas muy claras de lo que nos vamos a encontrar en su interior: "¿Hecho polvo con el ballet? ¿Harta de futbito? ¿Arrinconado por el inglés? ¿Triste como el caballo del ajedrez? ¿Aplastada por la sombra del chelo? ¿Hasta las narices de padres snobs?..."

Cuando hablamos de explotación infantil se nos vienen a la mente imágenes de niños pobres y ojerosos cosiendo, en sótanos húmedos y oscuros, balones para el Mundial de Rusia que todo lo inunda ahora mismo, pero en este llamado primer mundo, como nos advierte el poleso Daniel García Granda en Amorina motosierra, hay otra clase de aprovechamiento económico basado en los más pequeños como son los programas de televisión que cazan talentos musicales o los que buscan futuros chefs a los que -todo sea por la audiencia- humillan previamente delante de los fogones. Y al margen de todo ese entramado de la sociedad del espectáculo existe algo que une a la mayoría de los padres y es la manía de aplastar a sus hijos con todo tipo de actividades extraescolares.

Esta obra editada por la asturiana Pintar-Pintar, que se supera con cada nueva publicación, insiste en criticar todo ese tiempo que les robamos a los niños porque lo que en el fondo queremos es despertar cada mañana a nuestro Mozart, nuestro Messi, nuestra Plisetskaya o Kasparov, es decir, nos pasamos toda su infancia obligándoles a cumplir nuestros sueños a costa de lo más importante que tienen y que probablemente no vuelvan a recuperar: tiempo para ellos mismos, para sus juegos y travesuras, para divagar, para no hacer nada, para ser niños.

Apoyado por unas ágiles y personales ilustraciones del mallorquín afincado en Panamá Andreu Llinás Duran, el poeta García Granda, uno de los mejor dotados del panorama literario en asturiano, consigue arrancarnos una sonrisa sin perder carga de profundidad y lo hace a través del entrañable personaje de Amorina, quien está harta de las clases de música, así que comienza una dura negociación con su padre: "Castígame sin tele, castígame sin wásap, y sin playa y sin patines y sin todo y sin nada. Pero, papi, por favor? ¡No me lleves otra vez a la clase de violín!" a lo que más adelante él responderá: "¡Qué me cuentas, Amorina?! ¿No quisieras ser Vivaldi y sentir cómo el violín llora solo para ti? ¿O parecerte a Malikian y despeinar la emoción con virtuosismo y pasión" y así siguen un buen rato hasta que ella le confiesa que la única melodía que quiere oír es la de la motosierra de su abuelo cuando corta madera.

De nuevo Pintar-Pintar apuesta por hacer una doble edición, así que existe una en asturiano, mucho más fresca, y otra en castellano traducida por el propio autor, quien explica que, aunque las dos lenguas se parezcan, tuvo que hacer alguna modificación que le permitiera mantener la rima que se desarrolla durante toda la historia, un reto al que ya se enfrentó en su "Versos de Asturias". El mérito de este nuevo libro está en que conseguirá arrancar carcajadas a los niños, mientras sus padres se cuestionan la idoneidad de nuestro actual modo de vida. Y es que, como advierte: "La libertad cuesta, chicos. Pero, escuchad: Amorina motosierra os dará la solución".

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