"Westworld", que en España se puede seguir a través de la cadena HBO, llegó a la parrilla con la expectativa añadida de triunfar desde su estreno puesto que se le había adjudicado el apodo de "la nueva Juego de tronos" (¿alguien dijo presión?). Lejos de complejas conspiraciones y giros en la trama con muertes tan inesperadas como indeseadas, esta ficción presenta un parque temático ambientado en el Salvaje Oeste americano en el que adinerados visitantes pagan por interactuar con robots de apariencia humana, que ejercen de anfitriones para el deleite de los turistas. En este lugar los humanos muestran su lado más sádico y primitivo, al carecer de impedimentos que les frenen los pies, tanto materiales (los robots están programados para no hacer daño a ningún visitante), como morales (no están sometidos a un escrutinio público que les haría reprimir esas conductas vergonzosas). Así, pueden abusar sexualmente de los anfitriones, humillarlos, torturarlos o incluso matarlos sin que estos puedan defenderse. Son figuras cuyo único papel en el juego es satisfacer a los humanos.
El final de la primera temporada marcaba el punto de inicio de aquello que se había estado gestando a lo largo de sus diez capítulos: la revolución de las máquinas, conscientes ahora de su condición, contra el ser humano. Lo que parecía que iba ser una cruenta batalla se ha terminado convirtiendo en esta segunda temporada en un viaje psicológico que juega continuamente con el tiempo como arma para engañar al espectador, como ya hizo con acierto en el cierre de su primera entrega. Desde su nacimiento, "Westworld" tenía la tarea de alejarse de la película de Michael Crichton de 1973, protagonizado por Yul Brynner, Richard Benjamin y James Brolin, en la que está basada, para dar un paso más allá como un relato futurista que ahonda en el peligro de jugar con la inteligencia artificial. Dolores, ( Rachel Evan Wood) y Teddy ( James Marsden) inician un camino de sangre y violencia contra los humanos para llegar hasta el lugar más recóndito del parque, el cual oculta un secreto fundamental para su futuro. A su vez, Maeve ( Thadie Newton) es la encargada de mostrar las otras "atracciones" de ese mundo dentro de otro mundo, como una recreación del Japón medieval al que se le exprime muy poco todo su potencial.
La parte más enigmática de la historia recae nuevamente en el oscuro y misterioso personaje de Ed Harris, que busca desentrañar el mayor secreto del parque en una trama en la que también se desvelan fragmentos de su pasado, como sus experimentos en los primeros años de Westworld. Mención especial para Bernard ( Jeffrey Wright) quien se convierte en la única esperanza para frustrar los planes de los "anfitriones" y las maquinaciones del doctor Robert Ford, al que Anthony Hopkins, que renegó de la serie el pasado año, vuelve a interpretar en varios episodios.
La serie cierra una temporada tan extraña como caótica con una conclusión que recuerda a "Black Mirror" y que despista por la cantidad de líneas temporales que hay abiertas en solo cinco minutos. La respuesta a todas las preguntas que quedan abiertas llegará en 2019.