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La caza de cetáceos se inició en el Cantábrico hace más de 2.000 años

Los científicos revelan que hubo ballenas grises y vascas en el Mediterráneo en época romana

Una ballena gris en el Pacífico Norte. CETACEAN RESEARCH INSTITUTE

Los balleneros vascos que emprendieron la caza de grandes cetáceos en el siglo XI podrían haber tenido un precedente hace dos mil años. La hipótesis de una industria ballenera romana se plantea en un artículo que hoy publica la revista "Proceedings of the Royal Society of London B" y en el que se da noticia del descubrimiento de que en esa época existían poblaciones abundantes tanto de ballena de los vascos, presa principal de los balleneros, como de ballena gris en el Mediterráneo, donde ambos cetáceos eran desconocidos hasta ahora.

El hallazgo de un hueso de ballena gris en el yacimiento gijonés de la Campa Torres, de datación prerromana (entre 200 y 400 años antes de Cristo), excavado en 1996 e identificado por su morfología en 2015 (después han aparecido restos de un segundo ejemplar cantábrico), se alinea con esa hipótesis. De hecho, esa captura pudo ser "el embrión" de la industria ballenera medieval, según aventura uno de los autores del artículo, el zoólogo Carlos Nores, especialista en Ecología Histórica y profesor honorario de la Universidad de Oviedo. "El entorno resulta muy adecuado para la captura de ese cetáceo", señala.

La ballena de los vascos y la ballena gris se acercan a la costa, son grandes y lentas, y poseen una gran capa de grasa que las mantenía a flote una vez muertas y hacía rentable el esfuerzo y el riesgo de su captura. Podían ser cazadas desde botes y con arpones. Eso no era posible con los rorcuales, que habitan en mar abierto, son rápidos y se hunden al morir. Por eso, hasta la identificación de esas dos especies nadie había pensado en balleneros romanos en el Mediterráneo. Esta nueva perspectiva no solo altera la historia de la explotación de los recursos marinos, sino también las dimensiones de su impacto. Nores señala que "probablemente la extinción de ambas especies en el Atlántico produjo cambios en los ecosistemas costeros, ya que la migración de las ballenas se ha comparado con una cinta transportadora de nutrientes".

La ballena gris solo subsiste en el Pacífico Norte. La ballena de los vascos ha quedado confinada a la costa atlántica de Norteamérica, con 500 ejemplares.

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