La norteamericana Cece Bell era una niña de lo más feliz que disfrutaba de esos placeres que te da la vida cuando vives en un país del primer mundo; adoraba los helados, la playa y cantar a voces mientras escuchaba "The Beatles". Pero, por un giro de esos que a veces regala el destino, proporcionando de paso material literario, padeció una meningitis que le dejó como principal secuela la pérdida de la audición. Tenía sólo cuatro años y su mundo se transformó de repente en una carrera de obstáculos en la que tropezó una y otra vez ya que tuvo que crecer en un entorno totalmente nuevo que -salvo su familia- la hizo sentir como un bicho raro incapaz de encontrar amigos.

En parte culpaba al enorme dispositivo que llevaba colgado al cuello, un audífono muy potente que a veces le permitía oír "incluso cosas que preferiría no escuchar", lo que la acabaría convirtiendo en la superheroína protagonista del cómic "Super Sorda". Una historia a la que empezó a dar forma cuando tenía 40 años, justo después de sufrir una experiencia desagradable en un supermercado cuya grosera dependienta, muy cabreada, le gritó porque no lograba entenderla. Cece, paralizada, fue incapaz de explicarle que era sorda y se fue cargada de una frustración que intentó echar fuera a través de un blog.

Fue poco después, tras leer la obra "Smile" de su compatriota Raina Telgemeier, cuando llegó a la conclusión de que la mejor manera de expresar aquello que sentía era la novela gráfica. Así comenzó una aventura creativa que le llevaría cinco años y cuyo resultado le valió el prestigioso Premio Will Eisner en la categoría de Mejor Publicación para Niños. Lanzada en España por la editorial Maeva Young esta obra, escrita desde el corazón de la niña que Bell fue, utiliza el humor y la ternura para llegar a un público de todas las edades pero en especial a aquellas niñas y niños que se sienten diferentes por algún tipo de cualidad que algunos llaman "tara", pero que suele ser un superpoder basado en la diferencia. En las viñetas se convierte a ella misma y a los demás personajes en conejos, por tener éstos unas grandes orejas que simbolizan su gran audición. "Super Sorda" es, al fin y al cabo, un puente entre todas aquellas personas diferentes y esta sociedad tan acostumbrada a prejuzgar.

Y para puente, el construido por el francés Olivier Tallec en esa joya de enorme expresividad llamada "Waterloo y Trafalgar", obra antibelicista que denuncia el absurdo del ser humano y la mayor expresión de su sinsentido: la guerra. Y lo hace a través de dos soldados atrincherados, parapetados tras un muro, a cada lado de un prado que simboliza esa nada por la que acaban luchando los bandos de un conflicto.

Los protagonistas de esta historia editada por Adriana Hidalgo, ataviado uno con uniforme naranja, azul el otro, dedican todos sus esfuerzos a vigilar y sobre todo a fastidiar a su oponente en unas acciones hilarantes y cargadas de ironía que recuerdan al humor del genial Gila. Paseando la vista por estas viñetas, que tienen el sello como ilustrador de Tallec para diarios como "Le Monde" o "Libération" vienen a la cabeza personajes tan estúpidos y siniestros como Putin, Trump o Kim Jong-il, jefes que, desde sus despachos, suelen estar detrás de unas guerras en las que dos bandos acaban matándose en nombre de una bandera, una frontera o unos ideales, pero sin saber muy bien por lo que están luchando realmente. En esta obra que relata todos estos absurdos hay, por lo menos, un resquicio para la esperanza.

"Super Sorda" y "Waterloo y Trafalgar": dos lecturas perfectas para hacer pensar a los peques de la casa.