La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Devoralibros

Anatomía de una pérdida

Reyes Monforte viaja en "La memoria de la lavanda" a los paisajes del dolor y los recuerdos que ayudan a seguir adelante

432 páginas

Esto es lo que vamos a hacer: llora todo lo que quieras hoy. Yo lo haré contigo si así lo prefieres. Seguro que nos sienta bien a los dos: lo echamos todo fuera, no nos quedamos con nada dentro. Pero a partir de mañana, o mejor, a partir de esta tarde, esto se acaba.

Ojalá volvieran algunos seres amados y perdidos. Lo piensa Lena, la protagonista de La memoria de la lavanda, y también lo piensa Reyes Monforte y "supongo que cualquiera que ha perdido a un ser querido, que prácticamente, somos todos. Pero de manera figurada, de la muerte solo se vuelve de una forma: a través del recuerdo de los demás, cobrando vida en su memoria".

Amar y ser amado es lo mejor que te puede pasar en la vida. Y perderlo es un dolor inmenso. ¿Compensa? "Eso es uno de los pensamientos de Lena que está presente durante toda la trama literaria. Y sin embargo , al principio de la pérdida de su marido, de Jonas, Lena se pregunta si compensa amar y ser amado de una manera tan intensa, tan pasional, si cuando se pierde ese amor, por la razón que sea, se sufre con la misma intensidad. Al principio, en mitad de la pérdida, tiene sus dudas, pero con la perspectiva del tiempo, comprende que ese amor, como la memoria y los recuerdos, es la gasolina que le ayuda a seguir adelante, se convierte en algo balsámico, en algo lenitivo".

¿Escribir cura heridas o las reabre? "Escribir ni cura ni enferma. Escribir es un verbo, un oficio, un trabajo. Parafraseando a Borges, al verbo escribir le sucede como al verbo leer, amar o soñar: no admite el modo imperativo. Al trabajo, también al oficio de escribir, hay que ir preparado, con los deberes hechos. No me gusta mucho esa leyenda que se refiera a la escritura como una terapia para el autor, porque eso significa que el escritor está utilizando al lector como psicólogo. Y eso sería egoísta, ya que cada uno tenemos nuestros dramas, nuestros problemas, nuestros dramones. Yo escribí La memoria de la lavanda como una novela más. Y según los ojos de quien la lea, será así, o será algo más. Pero eso ya depende del lector, que desde que empieza a leerla, hace suya la novela y cobra vida y sentido en su mundo, bajo sus reglas".

Es inevitable preguntarse si están en el libro todas las respuestas a tantas preguntas que le hicieron a la autora cuando llegó el dolor hace cinco años con la muerte de su marido el actor Pepe Sancho: "En la novela está la historia de Lena, las preguntas que se hizo ella cuando perdió a su marido Jonas, al amor de su vida, y también las que le hicieron los demás. La mayoría de las preguntas, así como de los porqués, no tienen cabida en mitad de una pérdida. Son afónicas. Hay que esperar a que maduren y entonces caerán las respuestas".

¿Hay muertos que nunca mueren? "Todos los que guardamos en la memoria y viven en ella. Ahí reside la inmortalidad. La memoria es nuestra particular fábrica de recuerdos. Sin memoria, no existiría nuestro pasado, ni nuestra historia. A las personas nos pasa como a los pueblos: si nos quitan o nos borran la historia, la memoria, nuestro pasado, estamos perdidos. Si no sabemos de dónde venimos, difícilmente sabremos hacia dónde ir".

Compartir el artículo

stats