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¿Nos atraparán las redes móviles?

La futura implantación del 5G, que conlleva la instalación de más antenas, despierta recelos por sus posibles efectos nocivos en la salud, aunque los expertos consideran que no hay razón para alarmarse

¿Nos atraparán las redes móviles?

La tecnología exhibe, como Jano, un doble rostro. Bajo su manto fluye el insoslayable progreso, que ha logrado cancelar distancias antes insalvables hasta convertirnos en una comunidad global en constante interconexión. Pero, ¿qué no resta? Los hogares inteligentes, con artilugios inteligentes que conviven con nosotros como testigos silenciosos de nuestras andanzas domésticas, ¿qué datos vuelcan en la red y a quien los envían? El despliegue de antenas, conexiones, wifis, bluetooths y demás engarces inalámbricos, ¿no estarán astillando nuestra salud a la chita callando?

Los recelos y desconfianzas se renuevan con la futura implantación del 5G, red móvil de quinta generación que proporcionará a nuestros dispositivos un espectacular ancho de banda, llamada a sustituir a la vigente 4G.

Algunos sectores científicos y medioambientales alertan de que representará un incremento de la contaminación electromagnética. Pero expertos en informática y telecomunicaciones desechan estos peligros. "Hay que hablar con cierta cautela, porque son temas muy amplios, pero ahora mismo nos movemos en unos niveles de propagación electromagnética muy por debajo de los límites recomendados, y con el 5G, incluso en sus bandas más altas, todo parece apuntar que seguiremos alejados de esos límites", explica Fernando Las-Heras, catedrático de Teoría de la Señal y Comunicaciones de la Universidad de Oviedo.

"Por lo que yo sé, no hay evidencia conclusiva de que las ondas electromagnéticas produzcan efectos fisiológicos medibles. Llevamos con los móviles muchísimos años, y hasta ahora no ha aumentado el número de tumores ni nada. Si no, se sabría. Ya hay bastante experiencia", reflexiona Darío Álvarez, catedrático de Escuela Universitaria y profesor del departamento de Informática de la Universidad de Oviedo.

Eugenio Jiménez Yguacel, profesor de Teoría de la Señal y Comunicaciones de la de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, respalda esta posición: "Los problemas de posible contaminación electromagnética son los mismos que tenemos hoy con la radio, los teléfonos inalámbricos, la wifi... no cambia nada en absoluto", señala. De hecho, ni siquiera la instalación de más antenas sería nocivo para la salud, al contrario, ya que esas antenas tendrán menos potencia. "Para conseguir esas velocidades de 20 o 30 gigas, se necesitan células cada vez más pequeñas, y las antenas cada vez más cerca de los usuarios para generar enlaces de alta velocidad. Quizás llegaremos a ver pequeñas antenas instaladas en el falso techo de las oficinas, para captar el 5G. Hay que jugar con la potencia y la distancia de la fuente, pero al final nos moveremos en los mismos órdenes de magnitud que con el 3G o el 4G", explica Las-Heras.

En cuanto a los beneficios, se resumen en una palabra: velocidad. Esta es la clave del 5G. "Para los usuarios, lo que supondrá será equiparar las prestaciones entre las conexiones por cable y las del ámbito móvil. Realmente, los ordenadores seguirán corriendo un poco más, tendrán más ancho de banda, pero se acercarán mucho", explica Álvarez.

Esto permitirá gestionar más más datos. "Como usuario normal, lo que más te viene a la cabeza son las aplicaciones que consumen mucho ancho de banda, como las de cine en streaming. Aplicaciones que consumen muchos datos y para las que se necesita una conexión fija. Con el 5G ya no será necesario: ya no habrá que estar conectado", sostiene Álvarez. Otro beneficio adicional será llevar la conexión a internet a entornos rurales, a los que en la actualidad no llega, o no lo hace con la suficiente potencia. "Puede ser una solución, aunque ahí entra en juego la cobertura", afirma Álvarez.

La tecnología de redes 5G ya está disponible, aunque tardará aún un tiempo en estar operativa para nuestros dispositivos móviles. "Ya se están haciendo pruebas, pero aún no hay fechas. La clave es económica: le tiene que compensar a las empresas hacer ese cambio", sostiene Álvarez. Una evolución que supondrá, de nuevo llamar al antenista, ya que obligará a cambiar las antenas de los hogares españoles para dejar libre la banda de 700 megahercios (MHz) que ahora ocupa la televisión digital terrestre (TDT). "Pasó algo similar con el 4G. Son cambios molestos, pero luego te olvidas de ellos cuando coges el móvil y tienes una velocidad como la que te permitirá el 5G", sentencia Álvarez.

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