No es apta para menores de 16 años. Y quizá no sea adecuada para todos los adolescentes. O quizás sí, si lo que se quiere es dejarles en "shock". Y tampoco es apta seguramente para mentes aprensivas o ñoñas. Si no te gusta que te abran los ojos ante la más cruda realidad, los máximos riesgos que nos acechan desde cerca, dentro de las sociedades supuestamente "avanzadas", este contenido no es para ti. Hay imágenes duras. Pero, sobre todo, hay testimonios infames, en los que se despoja a la vida humana de casi cualquier valor. Hablamos de Dope, una serie documental de Netflix

Para muchos de los que han visto Dope, se trata de la serie documental de Netflix más salvaje, más dura, más cruda. Aunque le ha surgido una alta competencia: la plataforma acaba de estrenar "I am a killer", otro producto de este tipo que, en su caso, recoge los testimonios de diez asesinos antes de que sean ejecutados. Pero el caso es que el listón está muy alto con Dope, una serie que suscita debate en todos los sentidos y que es imposible que deje indiferente a nadie, salvo que quien la vea sea un sicario, traficante o delincuente de los que salen en pantalla soltando cualquier barbaridad por la boca...

El propósito de Netflix con Dope (además de impactar)

Dope es una serie documental que, sin cortapisas, se propone acercar al gran público la realidad de las drogas y la lucha contra el narcotráfico. Centrada en Estados Unidos y su entorno de países proveedores de todo tipo de sustancias estupefacientes, su primera temporada resulta demoledora. Y la segunda, lo remata. Acerca al espectador a una realidad que podría parecer más propia de la ficción cinematográfica pero que es tan real como la vida misma. O, al menos, eso aseguran sus creadores: hablan con policías, traficantes, delincuentes y drogadictos reales.

De la crudeza de esos testimonios emana, principalmente, la dureza de esta serie documental de Netflix, que, no obstante, suscita debate sobre si algunos de sus pasajes están filmados con actores o son realmente delincuentes y asesinos los que se ponen delante de la cámara (eso sí, tapados con pasamontañas o pañuelos). Ciertamente, cuesta creer que algunos integrantes de cárteles tan despiadados como el de Sinaloa o de bandas de gatillo fácil de los suburbios de Chicago, Atlanta o Detroit accedan fácilmente a exponerse así, en sus pisos francos o en las casas desde donde distribuyen la droga. Exhiben sus armas con alegría. "Eso es lo que buscan: morir de una sobredosis. Y yo se lo proporciono", dice el jefe de una banda que distribuye heroína en suburbios de Baltimore tremendamente golpeados por "el caballo".

Las "lindezas" que, ante cámara, sueltan por su boca los supuestos delincuentes reales son aterradoras. Muchos de ellos, desde barrios de ciudades avanzadas de Estados Unidos. Miembros de una filial en Atlanta de los temibles "Bloods" exhiben sus armas explicando que se divierten cuando disparan a otros "negratas". Y en esos barrios no sólo circulan pistolas, también muestran armamento más peligroso, desde una MAC-11 a una AK-47.

Además, Dope, una serie que puede pasar desapercibida para muchos usuarios de Netflix que no hayan oído hablar de ella, lleva al espectador por grandes rutas de la droga: el viaje de la marihuana del cartel de Sinaloa por el desierto -donde aparecen sin cesar cadáveres sin identificar de porteadores que fallecieron de sed- o el de la cantidad ingente de cocaína que entra por Miami proveniente del centro de distribución de República Dominicana, adonde llega de sus países de origen, como Perú. Dope habla con narcotraficantes en todas las escalas de los viajes de la droga.

La otra visión de la serie de Netflix: testimonios de policías y drogadictos

Pero, en el otro extremo y con imágenes y testimonios no menos duros, aparecen los adictos. Dope enseña la cara más triste del mundo de la droga: heroinómanos pinchándose y expresando qué sienten en el momento del subidón, adictos al crack completamente enajenados o la vida echada a perder de una joven en Indianápolis que deambula con el único objetivo de inyectarse metanfetamina. Dope hace un recorrido por todo tipo de drogas: desde la marihuana a la heroína, pasando por cocaína, crack, éxtasis o MDMA o metanfetamina y cristal.

Y, en el medio, las fuerzas del orden que tratan de combatir al narcotráfico. El otro ángulo desde el que se aborda esta serie-documental de Netflix. Redadas, registros, detenciones, persecuciones de mulas por el desierto; el juego del gato y el ratón en las fronteras con México, para perseguir a los que cruzan con fardos de marihuana, y Canadá, a la caza de quienes cruzan a Detroit cargados con pastillas de éxtasis.

Todo ello aparece en Dope, con explicaciones de los propios agentes que se enfrentan a la titánica tarea de contener el torrente ingente de drogas que inunda cada día Estados Unidos. ¡Sale hasta un cazarrecompensas que busca a narcos fugitivos en los barrios bajos de Detroit!

Dope es, sin duda, una de las series documentales más salvajes sacadas por Netflix. Imposible que deje indiferente a nadie: o te quedas petrificado -y poco menos que aterrorizado- ante las historias reales que cuenta aderezadas con datos y estadísticas, o apagas el televisor y te pones "una de Disney" para desintoxicarte de tanta miseria humana.