La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Regreso al futuro

Todo es verdad y es mentira

Las "deep fakes", los vídeos falsos ultrarrealistas, son la nueva arma para la subversión política y social

Imágenes del falso Barack Obama del vídeo presentado por la Universidad de Washington en 2017.

Lo que es mantener la inocencia. En 2017 un grupo de investigadores de la Universidad de Washington presentó muy orgulloso una nueva herramienta digital. Habían desarrollado un algoritmo para convertir la voz grabada de cualquier persona en un vídeo de esa misma persona pronunciando las palabras grabadas. Es decir, una marioneta digital increíblemente realista. Probaron la tecnología con Barack Obama. Lograron generar vídeos con grabaciones suyas donde se veía al "auténtico" presidente de EE UU hablando a la nación. Uno de los promotores de esa tecnología, el profesor Paul G. Allen, explicaba que "la conversión realista de audio a vídeo tiene aplicaciones prácticas como la mejora de la videoconferencia para reuniones, así como (otras aplicaciones) futuristas como la posibilidad de mantener una conversación con una figura histórica en la realidad virtual".

Muy bonito. Pero...

En cuando esa tecnología se popularizó, empezaron a producirse como churros vídeos porno con las caras de las actrices más deseadas. Eran ellas, no cabía duda. Se ve que a la gente este uso de una tecnología que antes sólo tenían los grandes estudios cinematográficos le atraía más que "resucitar" a Albert Einstein para mantener una conversación virtual. La pornografía siempre ha sido un motor para popularizar determinados avances tecnológicos como las cámaras caseras de vídeo, las Polaroid o internet. Y en el caso de las "deep fakes" -esas profundas falsedades- también lo fue.

Ahora un paso más: en Estados Unidos, temen que las "deep fakes" pasen a la política y se conviertan en una de las armas en la guerra de intoxicación digital que muchos esperan se desate en las legislativas de noviembre. Ahora es facilísimo crear un vídeo de cualquier candidato diciendo (o haciendo) cualquier barbaridad. Un vídeo falso prácticamente indistinguible de uno auténtico. Sarah Atkinson, profesora de culturas digitales en el King´s College de Londres escribe en "The Conversation" que la adaptación de nuevas tecnologías a veces borra la línea tradicional entre ficción y realidad. Pasó cuando el primer público de los hermanos Lumiére creía que el tren de la pantalla del cine iba a entrar en la sala y arrollarles. Ocurrió también en 1938, cuando Orson Welles aprovechó la tecnología radiofónica para hacer creer a todos que nos invadían los marcianos. Atkinson, sustentándose en esa visión retrospectiva, dice que, una vez que la tecnología se implanta, la audiencia se alfabetiza y vuelve a distinguir la verdad de la mentira. Pero esta profesora puntualiza que eso es lo que ocurría hasta la era digital. Ahora, "debido a la rapidez de innovación tecnológica, la posible propagación exponencial del vídeo y el alcance exponencial para la subversión, nos encontramos en un momento bastante único. Esta vez, la distinción entre lo que es real y lo que es falso podría hacerse imperceptible. Llegados a ese punto, se supondrá que todos los medios que se basen en una pantalla son falsos".

Compartir el artículo

stats