El suicidio del patricio Marco Anneo Lucano, tras participar en una conjura fallida contra el emperador Nerón, sirvió a José Garnelo de tema para su obra más conocida: "La muerte de Lucano", con la que obtuvo una segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887. Desde 1928, y durante ocho décadas, el lienzo se exhibió en el instituto de Jerez de la Frontera, en Cádiz, hasta que en 2008 se trasladó al Museo Garnelo de la localidad cordobesa de Montilla. Allí se expuso el cuadro una década, con la composición obra de Garnelo afeada por los pliegues, ausencias y dramáticos desgarros que el tiempo había ido acumulando sobre el lienzo. Ahora, una profunda restauración, realizada por los profesionales del Museo del Prado, ha devuelto al lienzo todo su esplendor original.

El asturiano Javier Barón Thaidigsmann, jefe del área de conservación de pintura del siglo XIX, fue el encargado de presentar, ayer, el resultado de la restauración. "Es la mejor obra de Garnelo por la armonía de toda la pieza y por el colorido, la calidad de los tejidos y las pieles de los personajes, y por el tratamiento de la luz", explicó, durante la presentación, el historiador del arte.

La restauración ha sido dirigida por Lucía Martínez. El resultado, a decir de los expertos, ha sido casi milagroso, habida cuenta del deterioro que presentaba el lienzo. Para reparar los desgarros y los agujeros, los restauradores del Prado tuvieron que realizar más de treinta parches e injertos, entre ellos uno de dimensiones considerables: 70 por 20 centímetros. Era un fragmento de la espalda de un esclavo, que se guardaba en el despacho del director del instituto. Una vez repuestas las ausencias, los restauradores tuvieron que acometer una limpieza en profundidad del lienzo, que presentaba un aspecto "muy deficiente". El resultado final, asombroso, da la razón a Andrés Úbeda, director adjunto de conservación e investigación del museo, cuando dice: "El área de restauración del Prado es la mejor del mundo".