"El turco en Italia", el segundo título de la LXXI Temporada de la Ópera de Oviedo, terminaba ayer entre el éxito de una representación con la que el público se mostró entusiasta y la pena por la reciente pérdida de una estrella fulgurante del mundo de la lírica: la soprano Montserrat Caballé. La diva fue recordada con unas palabras al comienzo de la representación, en las que también se aludió al director de orquesta italiano Alberto Zedda, fallecido en 2017, el mayor especialista en el estudio de las óperas de Rossini en el siglo XX. A ellos están dedicadas las representaciones de este "Turco en Italia".

La puesta en escena que firma Emilio Sagi juega en este título un papel fundamental. La parte escénica fue uno de los mejores aciertos de la función. La ubicación del libreto original está desplazada, sin que sea éste un caso en el que altera el desarrollo de la acción dramática, más bien al contrario, la potencia al darle la estética idílica, muy colorista, de cuento. Con Sagi ocurren sobre el escenario mil cosas al mismo tiempo, con un ritmo escénico frenético que atrapa la vista y que encantó a los asistentes. A ello hay que añadir también la profusión y el detalle de los decorados, que conseguían imitar las calles italianas, estrechas, flanqueadas por edificios monumentales y llenas de turistas y curiosos.

En el ámbito vocal, la soprano Sabina Puértolas y los barítonos Simón Orfila y Alessandro Corbelli lideraron un reparto que hizo las delicias del público, tanto en lo que al plano musical se refiere como escénicamente. La dificultad de la partitura de Rossini es considerable, por la cantidad de florituras y agilidades vocales muy exigentes.

Sabina Puértolas fue la más aplaudida, con un Campoamor que se venía abajo cuando la soprano salía a saludar, visiblemente emocionada. Su facilidad para las florituras melódicas que Rossini plantea en el personaje de Fiorilla, el fraseo también fue muy cuidado, así como la parte actoral con la que definió el personaje.

Simón Orfila también se llevó una sonora ovación. Su interpretación destacó por la potencia sonora, con un timbre cuidado y redondo.

Alessandro Corbelli, muy querido por el público ovetense, hizo un Geronio entrañable, muy gestual, que se entregó a fondo en todas las agilidades que Rossini le propone. Mención especial merece el dúo que realizó con Orfila en el segundo acto. Los demás intérpretes, David Alegret, Manel Esteve, Laura Vila y David Astorga también fueron muy aplaudidos por su entrega y calidad vocal. La orquesta Oviedo Filarmonía y el director Iván López Reynoso fueron los encargados del acompañamiento. Cabe destacar su empeño por cuidar los balances sonoros y apostar por una orquesta comedida que cedía todo el protagonismo a lo que sucedía sobre el escenario.

Como anécdota, al comienzo de la representación, el telón tardó un poco más de lo esperado en abrirse, por un problema técnico que se solucionó rápidamente. Continúa también el cruce entre aplausos y pateos con el mensaje en asturiano que se reproduce antes de la función.