El "Elogio del horizonte", la monumental pieza de Eduardo Chillida que se inauguró en Gijón el 9 de julio de 1990, es un paradigma de las dificultades de recepción que encuentra en ocasiones el arte contemporáneo. Y cómo una vez superadas las iniciales reticencias, muchas de esas obras se convierten en iconos de las ciudades o lugares que los acogen. En tan sólo veintiocho años, ese emblema hecho de hormigón (500 toneladas de peso) y elegancia expresiva, se ha convertido en un símbolo de la línea litoral cantábrica. El nieto del genial escultor vasco, fallecido en 2002, caminó ayer el cerro de Santa Catalina para reencontrarse con uno de los trabajos más queridos de su abuelo: "Las conclusiones sobre el estado de la escultura se darán a conocer en sendos congresos en Madrid y Gijón, próximamente, pero podemos adelantar que no es nada preocupante; tiene heridas por fuera, aunque está mejor que nunca".

Mikel Chillida, que trabaja en la fundación dedicada a preservar la memoria y la obra de uno de los grandes artistas españoles del siglo XX, visitó el "Elogio" y participó en la inauguración de la muestra "La escultura de Eduardo Chillida documentada por Jesús Uriarte", que ayer se abrió al público en la sala 1 del Centro Antiguo Instituto. Una muestra que se enmarca en el proyecto europeo InnoveConcrete. Una iniciativa en la que participan once países de la UE, además de varias instituciones de primer nivel. El "Elogio del horizonte" es una de las siete "obras singulares, elegidas en varios países del Viejo Continente, para su estudio y conservación. Son piezas consideradas como "parte muy valiosa del patrimonio cultural más significativo del siglo XX", según subrayó ayer la concejala de Cultura de Gijón, Montserrat López.

Jesús Uriarte, que trabajó como reportero gráfico de "El País", ha sido amigo y un perspicaz fotógrafo de la escultura de Chillida. De ahí el interés de esta exposición que se inauguró ayer. Cincuenta imágenes que documentan el proceso de creación del "Elogio": desde que era maqueta de tablillas en el taller de Hernani, en Guipúzcoa, hasta su construcción en el Cerro. Un intenso año sintetizado en imágenes que cuentan la historia de un artista ante una de sus obras más representativas.

"Es una de las mayores piezas de Eduardo y una de las que yo más he seguido; de aquella no había teléfonos móviles, así que hice el trabajo en diapositivas", explicó Uriarte. Contó que el artista quedó "encantado" desde el primer momento con el Cerro: "Quería un espacio poco intervenido, así". Y más: "Lo ves, viniendo desde Donosti, y es como una aparición monumental: precioso; la pieza está fenomenal".

Mikel Chillida recordó que su abuelo quería que "el tiempo formara parte de esta obra". "Ha envejecido porque Chillida quería que envejeciese", añadió. El pasado mayo se tomaron las primeras muestras para ver el estado de la obra. A lo largo de este mes habrá varias actividades relacionadas con el "Elogio".