No todos los genios envejecen bien. Martin Scorsese, último premio "Princesa de Asturias" de las Artes, está entre los que mantienen su talento en ebullición y al servicio de la pasión que le viene del niño asmático que fue, recluido en las salas de cine de su Nueva York natal. Mantiene, a sus setenta y cinco años, el pulso y la curiosidad que le han llevado a firmar algunas de las obras maestras de la cinematografía universal. Y pese a ese rosario de extraordinarias historias contadas en imágenes (de "Malas calles" o "Taxi Driver" y "Toro salvaje", a "Uno de los nuestros", "Gangs of New York", "Infiltrados" o "Shutter Island") evita pontificar desde la cátedra: "Nadie te enseña a hacer una película".

Lo dijo ayer desde el escenario del teatro Jovellanos, en Gijón. Ni una butaca libre para seguir la amena conversación que mantuvo con el realizador y guionista asturiano Sergio G. Sánchez. Éste optó por un interrogatorio sencillo que dio pie a que Scorsese, dueño de un notable talento verbal y escénico, fuera desgranando capítulos de su vida y de su relación con el cine: desde su nacimiento en Queens, su infancia en Little Italy (es descendiente de sicilianos) hasta los pormenores de "El irlandés". Es su último filme, bajo el patrocinio de Netflix, y se reencuentra al cabo de los años con dos de sus actores imprescindibles: Robert de Niro (un amigo del barrio, el que mejor conoce al maestro) y Joe Pesci.

Bienhumorado, irónico y con una memoria sin fisuras, Scorsese recibió la admiración de un público al que la Fundación Princesa de Asturias dejó también hacer algunas preguntas al maestro. Le interrogaron, por ejemplo, sobre la fundación que preside con el fin de preservar material fílmico expuesto a la destrucción del tiempo. "Las películas pertenecen a todos y nos enriquecen la vida; hay que hacer todo lo que está en nuestras manos por mantenerlas vivas".

Scorsese, católico que fue monaguillo de la catedral de San Patricio, en la Quinta Avenida, y llegó a ingresar en un seminario, contó cómo fue haciéndose una perspectiva de un mundo que "era bastante brutal". Sus estudios y el apoyo fundamental que le brindó John Cassavetes: "Viendo 'Shadows' me di cuenta de que se podían hacer buenas películas sin tener que implicar a la gran industria".

Scorsese habla bien de los actores, sobre todo de aquellos que le han acompañado en varios tramos de su filmografía: "Tuve mucha suerte con la colaboración de Robert de Niro, pese a que en un principio no quería hacer 'Toro salvaje'; aunque era de otra pandilla, estaba conmigo en el barrio cuando tenía dieciséis años y él es quien sabe realmente de dónde soy". El director sabe dejarse guiar por las intuiciones del gran actor: "No dejo que me lo cuente; sencillamente le digo: hazlo". Y el cariño también para Leonardo DiCaprio: "Con él, he logrado una nueva energía para hacer cine".

El director de "El lobo de Wall Street" deslizó algunas de sus muchas sabidurías en sus minuciosos parlamentos: "Ni siquiera el corte final es el final". Y más: "Una película es principio, desarrollo y final, pero no necesariamente por ese orden". Y un consejo que resulta coherente con la búsqueda de continentes y de contenidos que atraviesa toda su filmografía: "Tienes que encontrar el alma de tu creación; lo esencial es desear trasladar a unas imágenes todo lo que imaginas".

"Tuve mucha suerte con De Niro; Di Caprio me dio nueva energía"

Scorsese, que es uno de los mosqueteros de la generación de realizadores que renovó en los años setenta la muda del cine americano, enhebra su relato sin hurtar elogios y complicidades con Brian De Palma, Steven Spielberg, George Lucas o Francis Ford Coppola, que tiene también el "Príncipe de Asturias" de las Artes. El autor de "El padrino" pisó hace tres años las tablas del Jovellanos, al igual que ayer su colega.

"Éramos ambiciosos y un poco salvajes a la hora de la lucha para obtener apoyo para las películas que queríamos a hacer con nuestra propia voz", resumió Scorsese. Las astucias para superar los escollos y cortapisas de la gran industria; la contienda para hacerse con el control del montaje de las películas. Las batallas, en fin, de aquel plantel genial que aún sigue asombrando a casi todos: a los cinéfilos más exquisitos y eruditos, pero también al gran público. "Nos hacemos mayores, pero seguimos intentándolo".

Scorsese sabe que una película no es sólo entretenimiento y que supone una reducción pensar que es únicamente herramienta educativa. Sin embargo, entiende qué es eso, además de muchas otras cosas. Y como autor central del cine estadounidense del último medio siglo, no oculta o ciega sus fuentes e inspiraciones: de Europa a Japón, de Fellini a Mizoguchi.