A la estrecha muchedumbre de la calle Pérez de la Sala le supo a poco el minuto y tres segundos que los reyes emplearon en apearse del coche, saludar brevemente en la distancia y perderse de vista en el vestíbulo del auditorio Príncipe Felipe. Los habían recibido, todo locura, con manos y móviles al aire, con una ovación, unos cuantos vivas al Rey y unos piropos. Don Felipe y doña Letizia, casi recién aterrizados en Asturias, iban al XXVII concierto de los premios Princesa y venían de aplaudir, ellos también, a la ciencia y al arte, él de interesarse por las patentes de la Fundación para la Investigación Biosanitaria de Asturias (FINBA); ella, de acompañar al cineasta estadounidense Martin Scorsese, premio de las artes, en la vieja Fábrica de Armas de La Vega.

Languidecía la primera tarde de los reyes en Asturias y la agenda de la visita real procedía pues de la investigación y del cine y se dirigía hacia el "Stabat Mater" de Gioacchino Rossini en la interpretación de la Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA), con Rossen Milanov a la batuta, con el coro de la Fundación Princesa de Asturias y a las voces solistas Beatriz Díaz (soprano), María José Montiel (mezzosoprano), Xabier Anduaga (tenor) y José Antonio López (barítono). El repertorio de este año, una obra de madurez del compositor italiano que canta al sufrimiento de una madre (María) ante la crucifixión de su hijo (Jesús), no se prestaba a la segunda lectura tanto como el pasado, cuando en pleno conflicto catalán les interpretaron la cantata "Iván el Terrible", de Prokofiev, un pertinente drama histórico sobre las amenazas contra la unidad de una nación. Ahora que, lejos de ceder, aquel enfrentamiento se estira, y que el presidente catalán, Quim Torra, acaba de llamar "hooligan con corona" a Felipe VI, verle un valor metafórico al canto sobre la cruz y el sufrimiento del "Stabat Mater" tal vez pueda resultar arriesgado.

Ayer, en la víspera habitual del viernes de la entrega, a la entrada del auditorio ovetense que lleva su nombre del Rey con su cargo desfasado, las gaitas de la banda "Ciudad de Oviedo" y su percusión atronadora no hacían falta este año para aquietar ninguna disensión audible en la unanimidad del aplauso. "Viva el Rey", "guapos"... El breve paso del Rey y la Reina ante los ojos de la multitud agolpada contra la valla, un "Bienvenido míster Marshall" de 63 segundos, bastó para insinuarles el calor humano de una tarde que había caldeado notablemente una mañana gris oscura, fea, suficiente para pensar que con los Reyes venía el otoño. Pero no. "Menos mal que no llueve", decía el alcalde de Oviedo, Wenceslao López, por él y por todos sus compañeros, mientras entretenía la espera a la puerta del auditorio. Al llegar, los reyes entraron sin demora para no hacer esperar a la concurrencia y aplazaron hasta la salida la cercanía, el saludo directo y el rato de estrechado de manos a la concurrencia.

Antes del concierto, la tarde que la Reina pasó en La Vega, alimentando su cinefilia en un encuentro con Martin Scorsese, la entretuvo el Rey en el hotel de la Reconquista, en la sala decorada con dos fotos de su juventud en la que recibió en audiencia al patronato de la FINBA. Felipe VI se dejó enseñar sobre la actividad de los quinientos investigadores vinculados a la entidad nacida de la iniciativa pública y la colaboración del capital privado y se interesó singularmente por el avance de los proyectos que, al decir del empresario de la comunicación Blas Herrero, presidente del patronato, han llegado hasta la patente -por ejemplo en el territorio del combate contra las enfermedades raras- y están pendientes de la acreditación del Instituto de Salud Carlos III, la puerta de la recepción de las ayudas europeas.

Felipe VI les invitó, detalla Herrero, a perseverar en el trabajo, "mostró un conocimiento importante de la investigación en España" y se evidenció como un persona "muy informada, muy preparada y muy sensible a este tipo de iniciativas. Nos hizo muchísimas y detalladas preguntas. No fue una audiencia superficial".