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Sobriedad en el Reconquista

La elegancia quiso pasar ayer de puntillas, sin excesos, pero con detalles exquisitos que alegraron la mañana

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Premios Princesa de Asturias 2018: Ambiente en el Hotel Reconquista

Esa teoría que vincula la longitud de las faldas a la evolución de los ciclos económicos establece que cuando los vientos soplan de cara, suben los dobladillos, y en los momentos de crisis regresa el recato y las telas pasan por debajo de la rodilla. Lo que se vio ayer por la mañana en el lobby del hotel de la Reconquista fue una mezcla de ambas teorías, resultado de los momentos inciertos que atraviesa el mundo. Todo ello confluyó en una alta dosis de eclecticismo y un amor desmesurado por la mezcla de texturas, colores y formas.

Las invitadas exhibieron por la mañana una especie de deseo de brillar sin destacar demasiado. No hubo excesos, tampoco demasiados defectos. Lo caro y lo barato convivieron en perfecta armonía y dieron cierta tregua a la falsa elegancia forzada que tan poco favorece. Dominaron el negro y el azul marino, junto a la gama de los rosados y el gris en todas sus declinaciones.

La estética matutina de los Premios fue sobria, tranquila y sin excesos, pero original en detalles que suelen estar ausentes, como la cazadora de cuero de la actriz y presentadora Lucía Hoyos y la chaqueta larga de Etro de la administradora de fincas Piedad Martos. Ambas debutaron este año en la alfombra azul y lo hicieron trayendo frescura y novedades. En Piedad Martos el mixing estuvo totalmente presente, ya que a la chaqueta de firma italiana unió un pantalón palazzo de Zara y un bolso negro Chanel con cadena, de ésos que aguantan en el armario durante décadas y que además pasan de generación en generación. La escritora María Teresa Álvarez no quiso ser menos con un calzado a caballo entre el botín y la deportiva, con brillos y completamente cerrado, recién comprado en Roma, donde se compran zapatos baratos que parecen caros. Si la tendencia "sport" se cuela hasta en esta celebración tan glamurosa, está claro que algo está cambiando en la forma de vestir de las españolas. Una de las más elegantes en esas primeras horas fue la avilesina Ana López de Ocaña, esposa del diplomático Luis Fernández-Cid, recién llegado de la Embajada de México y a punto de tomar posesión del consulado general en Roma. Escogió pantalón negro y blusa marfil de seda, acompañada por un espléndido sautoir de perlas y pendientes de las mismas gemas.

La exministra Cristina Garmendia llegó con look despreocupado de pantalones y chaquetón. Todo lo contrario que Reyes de Marcos, esposa de Enrique Fernández-Miranda, que llevaba un vestido de Purificación García recubierto de guipur. Los grandes joyones brillaron por su ausencia. En cambio, se vieron piezas exquisitas como los pendientes de topacios y brillantes de la duquesa de Fernández-Miranda.

Sin duda, la que volvió todas las miradas a su egregio paso fue la Reina Sofía, enfundada en un dos piezas azul Francia que le sentaba de cine. La madre de Felipe VI es aficionada a la combinación de falda y chaqueta, con la que esta vez acertó plenamente. El rojo también apareció en escena. Lo eligieron la Reina Letizia; Teresa Sanjurjo, con un chaquetón de Marcos Luengo, y Victoria González-Irún, esposa de Nicanor Fernández, director de la Fundación EDP, con un Carolina Herrera en punto. Ellos se mantuvieron fieles a los trajes azules y las corbatas verdes, como la de Belarmino Feito, presidente de FADE, que quizá quiso hacer un guiño al Rey (VERDE: "Viva el rey de España") o poner un toque de esperanza a un día en el que el cierre de Alcoa fue tema recurrente en todos los corrillos.

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