Las buenas historias se cuecen a fuego lento, con paciencia y conocimientos exhaustivos sobre aquello que se pretende retratar. Esa es la fórmula que aplican en su carrera la italiana Tizza Covi y el austriaco Rainer Frimmel, pareja de autores galardonados en esta edición del Festival de Cine de Gijón con un premio de honor. Ambos, formados como fotógrafos en la escuela de Viena, desgranaron ayer algunas de las claves de su trabajo, merecedor de un ciclo retrospectivo.

Con todos sus filmes han seguido una línea de continuidad que busca, por encima de todo, la autenticidad. Porque, como relata Frimmel, "la gente quiere tener historias auténticas en un momento en el que todo el mundo muestra a través de las redes sociales un mundo ficticio y mentiroso".

Por eso ellos se afanan en conocer a los protagonistas de sus historias durante mucho tiempo, "vivir con ellos, como ellos, y ganarnos su confianza y amistad". Así, con estas artes, él a la cámara y ella en el sonido, han ido recopilando historias de vida a lo largo de los años, muchas de ellas relacionadas con el circo. "Un mundo que nos fascina porque es una metáfora y un espejo de la sociedad", explican los autores, quienes quieren romper una lanza en favor de un mundo en el que "antaño sus gentes eran estrellas y ahora en cambio sólo se potencia la parte negativa". En la actualidad están inmersos en el montaje de la historia de un crimen en Viena en los años 60 por el que fueron condenadas varias personas inocentes. Una labor ardua, en la que llevan inmersos diez años y que, como todo lo que hacen, al final "merecerá la pena".