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La mirada que quiso modernizar el Occidente

El Muséu del Pueblu d'Asturies publica el legado fotográfico de Julio Fernández Lamuño, director de la Granja Agrícola de Tineo, pionera en la introducción de la innovación en el campo asturiano

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El Muséu del Pueblu d'Asturies publica el legado fotográfico de Julio Fernández Lamuño

Julio Antonio González Lamuño, que en enero cumplirá 99 años, es el cronista oficial de Tineo. Entre 1949 y 1975 dirigió la Granja Agrícola de Tineo, un proyecto del ayuntamiento y de la Diputación Provincial para modernizar el campo asturiano e incrementar así la producción y las rentas agrícolas. Desde ese puesto, Lamuño pilotó muchas pequeñas revoluciones agrarias: la primera concentración parcelaria que se hizo en Asturias, la introducción de razas de cerdo más productivas, la apertura de praderas artificiales que daban cuatro veces más forraje que las tradicionales; o la introducción, ya en 1967, de cultivos alternativos como el del arándano, tan en boga hoy en día. En todos esos años, se convirtió en un profundo conocedor de la sociedad rural del Suroccidente y en el autor de un "valiosísimo" legado fotográfico para conocer el campesinado de esta comarca desde la posguerra y hasta la década de los setenta del pasado siglo XX. Ahora, a modo de álbum, el Muséu del Pueblu d'Asturies en colaboración con KRK, ha editado una selección de este legado, un libro que se presentará el próximo martes a las 19.30 horas en la Casa de Cultura de Tineo.

El volumen cuenta con un prólogo de Juaco López, director del Muséu del Pueblu d'Asturies, y un estudio del antropólogo Adolfo García, quien detalla el funcionamiento de una sociedad agraria tan marcada por el sistema de mayorazgo. García hace una mención final a la rotura del engranaje de esta maquinaria social milenaria, que acabó desembocando en el actual éxodo rural. Y en este punto, el antropólogo da voz a la experiencia acumulada por el exdirector de aquella experiencia agraria: "En una de las entrevistas que mantuve con Lamuño le pregunté sin rodeos: ¿qué habría que hacer para frenar la sangría demográfica y fijar población en los pueblos? Me miró fijamente y me respondió, casi con pasión y plenamente convencido, lo siguiente, citando a uno de sus informantes: 'Si en lugar de pagar contribución, nos la pagaran, nos quedaríamos'". Adolfo García, uno de los autores de referencia para conocer a fondo la Asturias campesina, añade: "Es decir, dispensar al campesino de cualquier tipo de impuesto y, además, pagarle en el pueblo lo que se le da al parado en la ciudad. Dicho de otro modo: campesinos/jardineros, compensar por lo que conservan. Esta propuesta, junto con las peticiones anteriores se pueden resumir en dos demandas fundamentales: precios justos por lo que producen y compensaciones por lo que conservan".

Para desarrollar esta teoría del abandono rural Adolfo García, en el epílogo de su estudio, parafrasea el pensamiento del actual cronista tinetense: "Hoy, sigue diciendo Lamuño, las casas rurales tienen servicios básicos y los pueblos también, nada tiene que ver con tiempos pasados. Estas afirmaciones expresan, sin duda, el sentir de un hombre que luchó apasionadamente por mejorar la vida de los campesinos y que pudo ver al campesino abandonar los pueblos precisamente cuando las condiciones materiales habían alcanzado niveles muy aceptables. Dos grandes objetivos obtuvo nuestro autor: mejorar las condiciones de vida de los campesinos y cambiar su mentalidad. Consiguió en buena medida lo primero, pero no logró consolidar los avances realizados en lo segundo". A renglón seguido el antropólogo se pregunta cómo ha de entenderse esto último: "Nos viene a la mente aquella máxima bíblica: 'No sólo de pan vive el hombre'. Es necesario hacer un análisis holístico del campesinado y descubriremos el peso de los factores sociales y mentales. El campesino de esa época es un híbrido de empresario y obrero, sin ninguna ventaja de ambas condiciones y sí con sus inconvenientes, y ello le convierte en lo que Teodor Shanin apodó 'la clase incómoda'".

Esa "clase incómoda" es la que aparece magistralmente retratada en las fotografías de ese antiguo funcionario de la Diputación que, como destaca Juaco López en su prólogo, fue el único de la Diputación que no tuvo inconveniente en trasladarse a una tierras por entonces "lejanas, atrasadas e incómodas". Lamuño, "que comenzó su trabajo influido por aquella vieja idea urbana y oligárquica del campesinado rutinario, reacio a la innovación", paulatinamente comenzó a descubrir que "las prácticas campesinas también tenían su razón de ser y, sobre todo, que el campesino está abierto a mejoras". Así, en un comentario de 1967 sobre "estado del agro tinetense y allandés" critica que frente al sambenito del campesino rutinario, reacio a la cooperación y "anquilosado en antiguallas inoperantes" está "una burocracia más anquilosada que ellos y hay unos funcionarios a los que solo les falta, acaso, el derecho de pernada, y hete aquí que la riqueza debe seguir durmiendo (así se hace patria) (...) De todas partes llovieron y siguen lloviendo palos sobre las sufridas costillas de los labriegos. Que en eso sí hay una verdadera rutina".

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