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Una Roma inédita toma forma en el teatro Campoamor

Fabio Ceresa y Gary McCann fusionan la estética imperial con la de 1930 en su poderoso montaje de "La clemencia de Tito", la ópera que se estrena el próximo domingo

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Todo listo en el Campoamor para la ópera “La clemencia de Tito”

Una Roma inédita, pasional y poderosa emergerá el próximo domingo en el teatro Campoamor de Oviedo. El montaje de "La clemencia de Tito", ideado y ejecutado por Fabio Ceresa, director de escena, y Gary McCann, diseñador de la escenografía y el vestuario, transportará a los espectadores a una Roma imperial que combina todo el poderío iconográfico propio de los tiempos en los que se desarrolla la acción con una sugerente estética modernista inspirada en los años treinta del pasado siglo. Ayer, durante el ensayo técnico de la ópera, LA NUEVA ESPAÑA se internó en las tripas del templo ovetense de la ópera para descubrir los secretos de una función muy prometedora. Y lo hizo de la mano de dos guías de excepción, Fabio Ceresa y Gary McCann.

La ópera de Wolfgang Amadeus Mozart, que nunca antes se había representado en Oviedo, se centra en el emperador Tito, un gobernante cuyos elevados ideales serán puestos a prueba. "Tito piensa, como muchos gobernantes, que con él las cosas serán diferentes. Pero el problema es cuando se encuentra con la vida real, pública, y con todo lo que encierra el poder", reflexiona Ceresa.

Esa condición de Tito como un "hombre nuevo", y también el poder inmenso que atesora al inicio de la ópera, se refleja en el escenario central de la función: un panteón con estatuas de los nueve emperadores anteriores. A esta serie se une, en el inicio, una décima escultura monumental, la del propio Tito, realizada por Sexto. "Hemos dado forma física a este concepto del político con ideales que se enfrenta a la realidad utilizando la metáfora de la estatua. Cuando el escultor presenta la estatua, es una figura refulgente, pulida; pero el contacto con el mundo hace que vaya envejeciendo", explica Ceresa.

En la construcción del decorado, McCann optó por un espacio muy limpio, con un punto austero, que replica la textura del mármol, y que le permite trabajar con los contrastes con un vestuario lujoso y colorista. "Quería hacer un diseño que fuera a la vez antiguo, y contemporáneo. Combiné la estética de la antigua Roma con una modernista, propia de la década de los años treinta del pasado siglo. Es una fusión de estilos: los trajes de ellas son propias de los treinta, pero luego los soldados llevan armaduras sobre abrigos negros...", explica McCann. Siguiendo con esta fusión, para crear el set, revela, se inspiró en el pabellón de Mies van der Rohe para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, y la plaza del Coliseo.

Estos modelos arquitectónicos, explica McCann, persiguen recuperar el esplendor de la antigua Roma, pero también crear una utopía, en conexión con los ideales de Tito. McCann revela un dato singular del desarrollo del montaje: la construcción de los decorados fue muy económica, pero el coste del vestuario se disparó, en algunas piezas, hasta niveles insospechados. "Las estatuas están hechas por ordenador, son modelos únicos creados específicamente para la ópera, creadas por máquinas y robots. Tienen también una estética moderna, pero en conjunto el set es muy limpio. En cambio, con el vestuario quisimos hacer un contraste, que se viera ese lujo: en algunos de los vestidos nos gastamos 300 libras por metro. Fueron realizados por las mejores tiendas de Londres", afirma McCann.

El diseñador norirlandés, en una muestra de generosidad, ha permitido a LA NUEVA ESPAÑA reproducir algunos de sus diseños para el vestuario. En esos dibujos se aprecia ya esa búsqueda de la belleza, del lujo, que se confirma una vez que se ve esas piezas, convertidas ya en hilo y tela, envolviendo a los intérpretes.

Antes del ensayo técnico, los bajos del teatro bullen de actividad. Los intérpretes alternan las sesiones de maquillaje y peluquería con los ejercicios de preparación de la voz, mientras McCann y Ceresa ultiman detalles en medio del pasillo. Daniela Mack, Sesto en la obra, bromea con su esposo Alek Shrader, que interpreta a Tito. Los milagros del casting ha querido que coincidan en la obra interpretando a dos personajes con una intensa relación entre ellos, y hasta bromean con el hecho de que, en un momento de la ópera, Sesto participe en una conjura para matar al emperador. "Yo te perdono", bromea Shrader. Hay buen ambiente entre el equipo, y eso siempre es buena señal.

Del camerino contiguo emerge Carmela Remigio, Vitellia en la ópera, enfundada en el vestido rojo que luce en el primer acto. "En esta pieza, como también en la capa dorada de Tito, se ve muy bien ese contraste que buscaba entre el vestuario y el set. Con este color cálido y con las joyas, Vitellia destaca mucho en un escenario tan limpio", explica McCann, mientras retoca el vestido de Carmela Remigio, con la que también bromea: "Pareces Joan Collins".

Pero esa limpieza de la que habla el diseñador no está reñida con la belleza, ni con la funcionalidad. Cuando empieza el ensayo, se vislumbran las posibilidades del espacio ideado por Ceresa y McCann. Al principio, durante la chispeante obertura, unas puertas monumentales cierran el escenario. Delante está Sesto, trabajando en la estatua de Tito. Cuando descubre la monumental figura, penetramos por fin en Roma. La luz cenital rompe sobre un óvalo central sobre el que se depositará una nívea maqueta de la ciudad, pero que en otra escena servirá de piscina para Vitellia, vestida con un bañador dorado.

En esa primera escena, la estatua de Tito yace en el suelo. Será erigida, pero como el emperador su gloria será efímera. Tito, un gobernante justo y con ideales, tendrá que enfrentarse a un mundo de mentiras y traiciones que conecta el mundo contemporáneo y la Roma imperial, del mismo modo que lo logra hacer el sugerente montaje de Fabio Ceresa y Gary McCann.

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