La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

FABIO CERESA | Director de escena de la ópera "La clemencia de Tito"

"Lo importante es presentar al público algo genuino"

"Quería captar el momento en el que un gobernante se da cuenta de que no puede cambiar todo lo que quiere"

Ceresa, en la maqueta de Roma que integra en el montaje escénico de la ópera. LUISMA MURIAS

Fabio Ceresa (Rivolta d'Adda, Italia, 1981) es el director de escena de "La clemencia de Tito", la ópera que se estrena el domingo, a las 19.00 horas, en el Teatro Campoamor de Oviedo. Pese a su juventud, Ceresa es un director de acreditado prestigio, formado en el Teatro alla Scala de Milán. En 2016 recibió el premio "International Opera Award" al mejor director joven.

- ¿Cuál es la idea de partida de su montaje para "La clemencia de Tito"?

-La idea de base es lo que ocurre cuando un nuevo personaje político se presenta a una sociedad, esa idea de que se presenta como un "hombre nuevo", de ideas nuevas, que resolverá todos los problemas y va a hacer lo que los anteriores no hicieron. Un hombre que dice: "Conmigo las cosas van a cambiar".

- Es un discurso público habitual, ¿no?

-Yo creo, sinceramente, que los políticos que aparecen en la escena pública sí que creen esto, y quieren hacer bien las cosas. El problema es todo el contexto, y todo lo que encierra el poder. Y comprenden que es lo que les pasó verdaderamente a sus predecesores: que al encontrarse con la realidad no han podido acometer todo lo que tenían en mente. Yo creo realmente que es así, y si vemos lo que ha pasado los últimos años en Italia, con la herencia del movimiento Cinco Estrellas, Renzi, ahora Salvini? cuando van a llegar dicen: "ya veréis, ya veréis". Y cuando llegan dicen: "meca, no podemos".

- ¿Cómo se traduce esa idea en el montaje?

-Hemos dado una forma física a este concepto utilizando la metáfora de la estatura. Cuando el escultor trabaja el metal, la estatua, y la presenta, lo que aparece como una figura refulgente, pulida. Pero si la dejas fuera, la estatua se va envejeciendo, afeando, por el paso de los años y por el contacto con el mundo. Así que el problema no es la motivación del símbolo, sino el encuentro con todo aquello que lo circunda.

- Es lo que le pasa a Tito.

-Tito es un personajes bueno, clemente, que no busca el conflicto. Llega con esas ideas: "no voy a ser como los anteriores, como las otras estatuas". La crueldad, y a la vez la belleza, de la ópera de Mozart es que te enseña que no basta con tu propia voluntad. Nosotros, como ciudadanos, como espectadores de un teatro, no tenemos una responsabilidad directa de la cosa pública. Es fácil criticar: "ese político es un ladrón, este un corrupto, este un mentiroso". Pero el problema no es de una persona, sino de toda la comunidad, que no sólo le ha puesto ahí: también le permite ejercer sus ideas, o no hacerlo.

- La comunidad es también la que le eleva a los altares, la que le convierte en una estatua.

-Exacto. No hay un espacio enorme en la ópera para hablar de toda esta parábola política, pero sí queremos captar ese momento de lo que ocurre en el alma de un gobernante cuando se da cuenta de que él no puede cambiar todo lo que quiere. Al final se convertirá exactamente en lo mismo que todos los que le han precedido.

- Trump, Salvini? ¿le han influido a la hora de hacer esta lectura?

-Seguramente, aunque un director de escena lo que transmite, al final, es todo su mundo interior. Voluntariamente o no, todo lo que se ve en escena ha pasado a través de mi experiencia personal, aunque paradójicamente soy muy joven. Mi primera obra, con 25 años, fue una "La traviata" terrible. No me había enamorado aún, esa experiencia me llegó más tarde: la de probar el amor y caminar cuatro metros por encima del suelo. ¿Cómo se puede hacer "La traviata" sin haber probado eso?

- Oviedo es una plaza exigente, ¿cómo afronta un director joven estrenar ante un público que sabe, y que exige?

-Tengo poca experiencia, aunque he visto mucho estoy naciendo para la ópera. Pero no puedes pensar en agradar, porque encontrar siempre el gusto del público es imposible. Lo único que puedo hacer es presentar algo en lo que yo creo, algo mío. Si gusta, perfecto; pero yo creo que tengo que ser genuino, dicho esto sin arrogancia. Es como un pintor, que puede hacer su propia obra o copiar a los grandes. Me puedo convertir en Van Gogh o quedar en nada, pero lo importante para mí es ser único.

Compartir el artículo

stats