La violencia contra las mujeres es una constante a lo largo de la historia de la humanidad, y como tal ha tenido un reflejo, directo o indirecto, en el arte de cada época. A partir de esta premisa, Amelia Valcárcel dibujó ayer, en el Museo de Bellas Artes de Asturias, un recorrido por la historia de la pintura, para disfrute público y privado, a partir de una selección de obras en las que bien se plasma de manera directa la violencia machista, bien subyace en otras de temática mitológica o religiosa.

"Nuestra sociedad ya no acuerda con lo que ocurre, ya no ve bien la violencia contra las mujeres", comenzó Valcárcel, Catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y miembro del Consejo de Estado, la ponencia "Violencia pintada", que inauguró las jornadas "Eva tiene la culpa. Arte y violencia de género". A partir de un cuadro de Caravaggio, "Santa Catalina", Valcárcel profundizó en la forma en la que la violencia contra las mujeres se representaba en el arte del pasado.

Lo hizo primero a través de la figura de Santa Catalina, que según explicó Valcárcel es en realidad un mito de origen oriental e inspirado en la historia de Hipatia de Alejandría. La forma en la que Caravaggio retrata a la joven Catalina, explicaba Valcárcel, destaca por su tranquilidad ante el martirio, acariciando el instrumento de su muerte, "como si estuviera de acuerdo con lo que le va a ocurrir". En algunos casos, profundizó, se buscaba que los mártires sirvieran de ejemplo de conducta. Pero en otros, la crueldad se muestra en primer plano: es el caso de la decapitación de la santa, tal y como se representa en el Retablo de San Juan Bautista y Santa Catalina, de la Catedral de Sigüenza (hoy en el Museo del Prado).

La afectación y la exposición de los cuerpos de las mujeres expuestas al martirio, explica Valcárcel, no tiene equivalente al hablar de los mártires masculinos. "¿Por qué les gusta ver los martirios de las mujeres?", se preguntaba Valcárcel, ante "La flagelación de Santa Engracia", de Bartolomé Bermejo, en el que se representa al emperador Diocleciano asistiendo a la tortura de la santa, que se muestra atada a una columna y con la espalda descubierta.

Amelia Valcárcel, que es además vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado, conectó estas representaciones con otras destinadas a un coleccionismo de corte privado. En este ámbito, Valcárcel destacó cuadros como "Tarquino y Lucrecia", de Tintoretto, en el que se muestran los instantes previos a la violación de la patricia romana, que tras la agresión sexual se suicidaría. Valcárcel insistió en que este tipo de pinturas "con violencia cuasi explícita tenían su público", y habló en concreto de varios ejemplos incluidos en las Colecciones Reales, como diversas adquisiciones de Felipe IV para la Torre de la Parada.